martes, 18 de diciembre de 2018

Ahlat Ağacı - 2018


Director: Nuri Bilge Ceylan


Con su anterior película, "Sueño de invierno", el turco Nuri Bilge Ceylan se alzó con la Palma de Oro en el festival de Cannes del año 2014. "El peral silvestre" también compitió por el preciado galardón, este año 2018, el cual finalmente fue para "Shoplifters", del japonés Hirokazu Kore-eda. Ustedes saben que hace poco vimos "Sueño de invierno", cuatro años después de su salida al mundo, en una magnífica racha de películas de más de tres horas que por acá nos llevaron a la gloria. Ahora no iba a esperar tanto y ya estaba dicho, a veces llega el impulso y que el mundo se calle, que nos vamos a ver una película, una película de tres horas y ocho minutos, una película de Nuri Bilge Ceylan, nada se interpondrá en ello. Y fue un grandioso visionado, tanto de belleza visual y poética como dialéctica; es una película de diálogos, hartos diálogos y gran parte de ellos exigentes, que demandan atención, pues no hablan de chismes o banalidades precisamente, así como también de imágenes y secuencias que te invitan a penetrar en ellas, a rasgar la superficie, a fundirte con su tempo y su sensibilidad.
"El peral silvestre" es una maravillosa película, sumamente compleja y profunda, de múltiples capas y matices, otra dolorosa disección moral, humana y psicológica de un puñado de personajes encabezados por el protagonista, Sinan, un joven recién graduado que en su horizonte tiene como más cierto escenario el convertirse en profesor de escuela, pero que es un apasionado de la literatura, tiene su manuscrito bajo el brazo, regresa al pueblo con la intención de publicar su novela aunque carezca de influencias y de dinero, pero que tiene esa pasión, una clara visión de las cosas, opiniones firmes y tajantes, una rabia contenida que lo come por dentro, que lo diferencia del resto, que lo hace más consciente quizás según él, dice que no va a pudrirse como los otros en una vida rutinaria, llega con esa actitud, no quiere quedarse entre esa gente, y así, un largo periplo por lugares, personajes y hechos, decepciones o no, conversaciones e intercambios, preguntas fundamentales y respuestas tan elocuentes como vagas, no necesariamente lo cambiarán por completo, la catarsis es un lujo de pocos, pero verá que su rigidez terminará por quebrarlo, como un árbol que en mitad de una fuerte ventisca opone férrea resistencia; un árbol que se deja mecer por los vientos no pierde por ello sus raíces, su tronco, acaso algunas hojas, pero se mantiene en pie después y por cuánto tiempo...
No quiero alargarme tanto ni plantear conclusiones muy marcadas, diré que esta maravilla de película, triste y preciosa, bella en esa conjunción de dulce y agraz, es de esas películas que, aparte de su exquisitez narrativa, te hacen pensar, reflexionar, reflejarte un poco, en este caso a través de la vida de un muchacho y su relación con su padre, su madre, su familia, sus amigos, con desconocidos, con la gente a fin de cuentas, con su aldea, consigo mismo. Un baño de humanidad, una invitación para adentrarse en mundos desconocidos, probablemente con riquezas que apreciaremos o no dependiendo también de nuestros propios misterios y vientos interiores. Un baño de humanidad, sí, suena inspirador, pero para ello el protagonista, y con él las personas de su entorno (¿podemos, aunque queramos, sustraernos por completo del flujo de acontecimientos y de vivires que nos rodea?), tendrán que cuestionarlo todo, humillarse, encontrar su lugar en el mundo y quizás así comprender, aunque sea un poco, por qué las cosas suceden de determinada manera: por qué nos lastimamos, por qué nos alejamos, por qué de repente nos sentimos tan mal... Sí, sí, suena grandilocuente, pero vean la película, que es transparente, que es honesta, que incluso es sencilla en este complejo entramado de vidas y voluntades en tensión. Su tramo final es de una belleza y delicadeza cinematográfica sobrecogedora, aunando tanto un sentimiento desgarrador, de desamparo, como una sensación extrañamente plena, incluso feliz. Así es la vida: una confusión de la cual siempre cuesta salir entero.
Y no es por provocar pero esas tres horas no se sienten, esto es lección de cine. Un maestro Ceylan.
Imprescindible.

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