miércoles, 26 de abril de 2017

Le Temps qui reste - 2005


Director: Francois Ozon

Última parada de esta segunda etapa de la retrospectiva ozoniana enmarcada en el gran repaso a medias de Cannes 2017. Quizás debí haber comenzado el repaso antes, pero qué importa, algún día lo terminaremos.


A Ozon le gustan los primeros planos cenitales de dos personajes, y a mí me encanta que los directores no dejen de utilizar imágenes o movimientos reconocibles a lo largo de sus filmografías. También me he dado cuenta que a Ozon, tal como a Takeshi Kitano, le gusta la playa, pero no como lugar para pasar las vacaciones y adiós, más bien como un lugar para desconectarse de todo (pero desconectarse verdaderamente), para pensar y reflexionar, para un proceso introspectivo; la playa como lugar poético, el mar como elemento lírico y expresivo: el pasado, el presente, el futuro. Una vez leí una entrevista en donde Kitano afirma que filma para poder ir al mar. A propósito del mar, también me he dado cuenta de que a Ozon le debe gustar bastante nadar, estar en el agua, flotar, sumergirse... Y con todas las referencias que se pueden ir reconociendo, imagino que debe tener en alta estima el magnífico cine de Ingmar Bergman. Ahora, ya terminado el preludio, ¿por qué demonios el afiche de esta película muestra al protagonista tendido en una cama con un bebé más o menos recién nacido? Claramente es metafórico o alude a una de las tramas de la película o ambas posibilidades, pero les juro que pensaba que "Le Temps qui reste" iba a tratar sobre un sujeto que debe hacerse cargo de un bebé o algo así. En todo caso no importa, no pasa nada: siempre es bueno confundirse un poco y sorprenderse, o mejor dicho, recibir lo inesperado. Recuerdo que una vez vi "Mogari no mori", de Naomi Kawase, bajo la premisa de que era un documental (venía en una lista de lo que debíamos ver ese semestre que consistía enteramente de documentales), y durante el visionado no podía esconder mi extrañeza y mi alarma, pues la citada película mostraba escenas en donde un abuelo japonés golpeaba a una joven cuidadora mujer, y yo pensaba "oye pero esto no debería ser así, ¿acaso planean llevar esa política de no-intervención hasta las últimas consecuencias?", y mi estupor aumentaba cerca del final, cuando el mencionado cascarrabias se perdía en el bosque mientras pensaba "¿y si después no encuentran al abuelo? ¿a quién le van a dar explicaciones?". Luego me enteré de que "Mogari no mori" no es un documental sino que ficción, pura y absoluta ficción, y medio que me reí y me indigné porque no pude apreciar la película como correspondía, si bien la situación no dejaba de tener gracia. Anécdotas aparte, "Le Temps qui reste" es una película eminente y esencialmente existencial, de evocadora y melancólica atmósfera de cuestionamiento, que trata sobre un fotógrafo gay al que le diagnostican algún tipo de cáncer, un tumor maligno, que probablemente no pueda vencer dado el casi nulo porcentaje de curación. Este acontecimiento, desde luego, trastoca por completo su rutina y comenzará no a replantearse su vida sino que a, digamos, despedirse de ella: no en un sentido suicida, más bien de cierre y conclusión: las relaciones familiares, los logros personales, la propia personalidad... Así, en el fondo el protagonista se prepara lo mejor que puede para despedirse del mundo de la mejor manera posible, de una manera más tranquila, más plena si es posible, más en armonía con el resto, con el mundo, consigo mismo: visita familia y amigos, corta lazos, hace regalos desinteresados, se mira a sí mismo, se conmueve del niño que fue y que dejó de ser...

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