miércoles, 20 de diciembre de 2017

Private Detective 62 - 1933


Director: Michael Curtiz

Acá llega otra película Pre-Código de Michael Curtiz, una película que había visto hace semanas y que tuve que volver a ver de nuevo porque quise darle otra oportunidad, dado que la primera vez, por alguna razón, se me ocurrió verla en la mañana, recién despertado, cuando mi mente sigue aún adormilada. ¿En qué estaba pensando? Aunque estos días me ha costado dormir y siempre despierto al alba gracias a los quince perros del pasaje (y a los de la basura, que como estamos cerca de Navidad y Año Nuevo piden limosna tocando la bocina del camión, haciendo sonar un triángulo -el instrumento- y gritando cosas inconexas que no puedo descifrar en tal estado), hoy me senté y me puse a ver esta película, con mis facultades mentales y cognitivas en plena forma (ja, ja). A veces todos necesitamos una segunda oportunidad.


"Private Detective 62" es una estimable película de detectives; imperfecta, sí, pero entretenida y simple, típica historia de personas decentes y dueñas de un estricto sentido de la moral que entran en conflicto con gente inescrupulosa que planea ingeniosos engaños e intrigas, aunque la presente película sí carga con dos o tres problemas imposibles de ignorar, partiendo por el más notorio de todos: la falta de cohesión. No sé si es el exceso de acontecimientos, datos y giros, pero el relato parece deambular por una constante indecisión dramática y narrativa, y es que en los primeros diez minutos vemos la reunión entre dos espías (uno de ellos William Powell, el protagonista), el arresto de Powell, su condena y deportación de Francia (que es en donde estaba metiendo las narices en culos ajenos), su conflicto con el capitán del barco que lo quiere llevar de vuelta al país que acaba de expulsarlo de sus tierras justo cuando ya están en costas estadounidenses, el escape del barco, la llegada a una casa donde hay dos amantes, la irrupción de un detective privado que los pilla con las manos en la jalea (en la masa, quise decir... jo, jo), la defensa que Powell hace de la pareja induciendo al detective privado al engaño, luego el desempleo y la pobreza que lo deja entre la espada y la pared... oh, bueno, creo que me entienden: pasan muchos acontecimientos sin que se nos cuente realmente nada salvo la exposición de elementos que no son esenciales aunque sí conforman una backstory virtualmente sin peso ni influencia en el resto del relato. Lo que se saca en limpio es que Powell tiene habilidades convenientes para el oficio de detective privado y que necesita el empleo rápidamente si no quiere morirse de hambre, por lo que acude al detective al que le aguó la fiesta al principio para que lo contrate. Entonces la película parece una comedia sobre las jocosas y hasta bonachonas dificultades de ambos detectives privados en el ejercicio de su profesión, una profesión ingrata y caprichosa, que los tiene casi en la quiebra, tanto que para subsistir deben secuestrar perros para cobrar el dinero del rescate. Luego, por alguna razón, un célebre gángster local invierte en el detective fracasado (que Powell, el protagonista, sea el detective talentoso) y fundan una compañía de detectives privados que, en realidad, es la fachada ideal para los chanchullos que el mafioso le pide al fracasado. Al detective talentoso, cuya moral contrasta con la del fracasado (que aceptaría y haría cualquier cosa por un fajo de billetes), le encargan vigilar a una muchacha que está ganando mucho dinero en el casino del mafioso con el objetivo de incriminarla de algo malo, algo que dañe tanto su reputación que luego no sea necesario pagarle. El detective decente se enamora, le parece malo el asunto, los otros se enojan, se tienden trampas, las cosas salen mal, hay preguntas por resolver, etc.
Claro, la trama no es perfecta y cambia múltiples veces de acuerdo a lo que más le convenga en el momento, pero suceden dos cosas importantes: el personaje de William Powell siempre se mantiene coherente, de una sola línea moral, por lo que, no importa por cuántas narrativas y tonos circule, la película logra mantener cierto foco y cierta perspectiva desde la cual abordar los acontecimientos; por último, tanto la película como los personajes (no todos, pero varios de ellos) gozan de sentido del humor, a veces simple y  a veces elegante (no siempre la misma fórmula, en otras palabras), un humor que se siente bastante natural e incluso espontáneo y que le da cierta chispa al cambiante relato. Y hablando de personajes, aunque carezcan de complejidad y profundidad, sí están muy bien definidos y resueltos dentro de su unilateralidad (y también interpretados: cada actor se aferra con solvencia y efectividad a las características de sus personajes, dándoles una personalidad distintiva y reconocible), otorgando algo más de verosimilitud y credibilidad a una historia que, ya lo he dicho, no teme en tomar cualquiera sea el camino que se le ponga por delante. A todo lo anterior súmenle la siempre elegante puesta en escena de Michael Curtiz, y qué puedo decir, obtenemos una película amena, entretenida, sin complejos ni grandes pretensiones, que se puede disfrutar sin mayores problemas ni prejuicios durante sus poco más de sesenta minutos, dado que logra suplir sus lastres gracias al buen casting y a la buena dirección: gracias a ese inasible e indescriptible encanto propio de la era.
Naturalmente que va de menos a más, y quizás por eso deja una impresión más que agradable finalizado el visionado. Por lo demás, es la primera ve que veo a William Powell y debo decir que el tipo me ha encantado (y también ha actuado en otras dos o tres películas de Curtiz, así que habrá que verlas más pronto que tarde).
Y eso, me alegra poder haber apreciado mejor de "Private Detective 62" en esta pasada.

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