viernes, 28 de marzo de 2014

Surviving Desire - 1991


Director: Hal Hartley

  Tercera película de Hal Hartley, continuando con esta retrospectiva de la filmografía de este interesante y fascinante director, de bajo perfil pero de gran talento. En esta, la primera película sin la angelical Adrienne Shelly, Hartley nuevamente nos cuenta una historia de amor (¿?) entre dos personas diferentes entre sí, y que además son diferentes del resto. Una nueva unión entre extraños dentro de un mundo de extraños. Como ha sido el caso de sus dos primeras películas -las excelentes y encantadoras The Unbelievable Truth y Trust-, Hartley tiene preocupaciones similares expresadas -por no decir exactamente las mismas-, pero sin repetirse, lo cual es una excelente virtud. ¿Qué le falta a esta película para que sea mejor de lo que es? La respuesta es sencilla: Adrienne Shelly. Sin ella, nada es lo mismo, todo pierde esa pureza que ella lograba transmitir.


  Martin Donovan -actuando nuevamente para Hartley, luego de debutar en el largometraje con Trust- es Jude, un profesor de literatura que se enamora de Sophie, una estudiante sobresaliente que igualmente siente cierta atracción y fascinación por este profesor. Inmediatamente, la relación entre ambos comienza, y vemos a las dificultades que se enfrentan.

"Amor sin fe es puro encaprichamiento"

  Con Surviving Desire, Hal Hartley viene a cerrar una especia de trilogía conformada por sus primeras películas, unidas argumentalmente por la premisa de dos extraños que se conocen y se atraen inmediatamente. De fondo, tenemos temas tratados con mayor profundidad, como la incomunicación que hay entre las personas, el egoísmo que construye barreras prácticamente irrompibles, y personas que logran superar contra todo pronóstico tales impedimentos a la hora de conectarse con ese alguien, que bien podría ser su alma gemela. Como si fuera poco, Hartley también reflexiona sobre el carácter íntimo de estas relaciones entre incomprendidos, y el impacto que tiene en cada persona como un individuo inherentemente solitario, en vez de ilusoriamente social. Una relación entre dos personas no va a alterar el rumbo del universo, pero sí el camino propio y único de las personas involucradas. En este sentido, pase lo que pase, va a haber un cambio, ya que, para bien o para mal, las cosas siempre van a seguir girando, muy a pesar de los humanos que siempre intentan alterar todo en su propio beneficio lleno de egoísmo y megalomanía.


  Esta breve película de 53 minutos -mediometraje también le viene bien-, además de los temas recurrentes en estas primeras películas de Hartley, también se permite explorar un poco sobre la fe -no en un sentido estrictamente religioso- y el conocimiento -en conjunto con el amor, algo ya visto, y que por lo tanto no valía la pena mencionar-. Jude, el profesor de literatura, se debate entre qué es el amor, si debe basarlo en el conocimiento, o en la fe. Ya saben, en si el amor es algo que viene de dentro, de las más profundas creencias y sentimientos personales, o si es algo más conceptual, y que por lo tanto se puede reducir a palabras y frases. Dos puntos de vista que comienzan una pequeña pugna justo cuando Jude se da cuenta de que está enamorado de Sophie; y esto es algo interesante, porque Jude llega a la conclusión de que está enamorado en base a señales que uno conoce gracias a otros, como si fueran lecciones que se aprenden en una sala de clases. Como sea, dicha pugna es algo a lo que Jude debe enfrentar... y sobrevivir. Como le dijo su amigo Henry, "todo dolor es deseo". Entonces, la película sugiere que Jude debe sobrevivir al deseo que tiene por su alumna Sophie, y también al dolor que pueda surgir de ese deseo, siempre y cuando ambos conceptos no sean la misma cosa. Y, como ya he escrito varias veces, todo esto se traduce en un cambio en Jude, que se va materializando con el correr de los minutos.
  La película está cimentada en lo que son los sentimientos de Jude, y su actor, Martin Donovan, logra entregar una actuación convincente y bastante buena. Es como si hacer de tipos disconformes y rudos súbitamente encantados por la ternura de alguna mujer fuese algo innato en él.


  Lamentablemente, por el lado contrario de la ecuación tenemos a Sophie, interpretada por Mary Ward, quien no logra transmitir el encanto que este personaje debió haber tenido, y tampoco noto química de parte de ella para con Donovan (Jude). Puede ser porque como actriz Ward deja mucho que desear, y se nota que hay varios baches interpretativos, pero lo que más me molesta de su actuación es que siempre está absorta en cualquier estupidez suya, sumida en sus sueños de ser novelista, y siempre con cierta actitud arrogante y de hastío con los demás. Definitivamente, Ward no tiene lo necesario para este personaje, que debió haber sido interpretado por la hermosísima Adrienne Shelly, para que así ella hubiese sido otro elemento en común dentro de esta informal trilogía -considerada como tal por mí, ya que ni el mismo Hartley ha dicho que esta sea una trilogía-. No obstante, y aunque suene a contradiccion, siento que es bueno que Shelly no haya tenido este personaje, porque esta Sophie, alumna de literatura, es una persona completamente superficial y ególatra, estática en todos los sentidos, no como las Audry y María que Shelly interpretó con anterioridad, que a lo largo de sus respectivas películas cambiaban y se transformaban fascinantemente, tal como lo hace cualquier cuerpo dentro de este universo. En el fondo, esta Sophie no cambia porque es demasiado arrogante como para aceptar que las cosas avanzan sin su consentimiento. Tan arrogante como la mayoría de las personas que habitan este caduco planeta. Por lo mismo, este personaje es demasiado superficial para Adrienne Shelly, de una pureza apabullante.


  En este sentido, el único personaje bueno e incomprendido en esta película es Jude junto con su amigo Henry -por lo que serían dos personaje los buenos, no uno, jeje-. Son ellos los que ven como se transforman sus vidas -transformaciones a pequeña escala, eso sí. No es que de repente se hagan monjes-. Sophie es otro personaje más dentro de la fauna uniforme que es todo el resto de la sociedad. Tiene cierto encanto que encandila a Jude -encanto que Shelly habría logrado sin mayor esfuerzo-, pero no es más que una ilusión que disfraza y maquilla lo superfluo de su personalidad -cosa que habría hecho daño al legado de los personajes previos de esta genial actriz-. Esta es una historia de uno, no una de dos. En este caso, no son dos cuerpos atraídos por la dinámica celeste del universo, sino encontrados por accidente gracias a la casualidad de los hechos.
  Esa es la evolución trágica de la trilogía: en su opera prima Hartley idealizaba una relación de ensueño, en Trust aterrizaba a la realidad dicha relación, y en esta no hace más que destruirla hasta sus cimientos, ni siquiera mostrando una relación como tal. Es una especie de decrepitud, de putrefacción de las relaciones: siempre se inician bien, pero puede que no terminen de la misma forma. Y no me refiero necesariamente a la relación en sí, sino al trasfondo que Hartley construye debajo de la superficie. Desde este punto de vista, la trilogía es la putrefacción del amor, de la atracción, la aceptación del trágico destino de todas las cosas que construimos: lo único seguro es que todo se destruye eventualmente.


  Antes de ir terminando, me gustaría entregar ciertos datos interesantes que no he encontrado la forma de meter en los dos posts anteriores. Primero que todo, Hartley acostumbra -al menos en esta primera etapa de su carrera- a trabajar prácticamente con el mismo equipo realizador. Tenemos a Michael Spiller, su director de fotografía en esta trilogía informal, a Martin Donovan, Adrienne Shelly, y otros actores que es posible reconocer en sus películas -siempre en papeles secundarios-, y a otros nombres de la producción que es posible ver en los créditos de cada cinta.
  El otro dato es más interesante aún: el compositor de la banda sonora de esta película se llama Ned Rifle, que es el seudónimo que Hartley usa para dicha labor. El tipo no sólo escribe y dirige -genialmente- sus películas, sino que también compone sus bandas sonoras en la mayoría de ellas -me parece que en las primeras dos fue Jim Coleman el encargado de ello-. No obstante, lo más interesante es el nombre, Ned Rifle, no sólo el seudónimo de Hartley-compositor, sino que tambien el nombre del autor de los libros que lee Adrienne Shelly en las dos cintas previas: The End of the World -en la primera-, y Man and the Universe -en Trust-. ¿Quieren más? En Simple Men, la cuarta cinta de Hartley, hay un pequeño personaje que se llama Ned Rifle, y la última película que Hartley está preparando y que parece que va a estrenar este año, se llama también Ned Rifle. Que loco, ¿no?


  Y ya para ir terminando, nada más decir que Hartley me parece un genio escribiendo; sus diálogos son memorables y notables. Sublimes y banales a partes iguales, hay ironía y profundos pensamientos en prácticamente cada uno de ellos. La prosa poética y humorística de Hartley es envidiable, la escritura se le da tan fácil como respirar. En cuanto a su dirección, siguiendo en la línea de las dos cintas previas, en esta se permite hacer un interesante ejercicio cuando el personaje de Martin Donovan comienza a bailar de satisfacción.

  En conclusión, este es el fin de una espléndida trilogía, que retrata las relaciones amorosas nada más como una fase cualquiera en la vida de personas singulares y diferentes a las demás. Como película en sí, se pasa volando; y no gracias sólo a su corta duración, sino a sus ágiles diálogos, ágil construcción de los acontecimientos, y oficio a la hora de terminar una película: su punto de vista queda clarísimo. El punto bajo es Mary Ward, incapaz de dotar a su personaje de esa vacía seducción interna y externa que tanto se necesitaba para hacer de la atracción inicial algo más convincente -y es que luego de dos cintas protagonizadas por la suprema Shelly, la cosa se le ponía difícil a la actriz esta-. Por suerte, Donovan con su actuación, y Hartley con su dirección y guión logran equilibrar y superar dichos baches, haciendo de esta una muy recomendable película.

  Te extrañaremos, querida Adrienne Shelly. Que en paz descanses.
.Más capturas.

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