miércoles, 26 de marzo de 2014

The Unbelievable Truth - 1989


Director: Hal Hartley

  Con esta película comienzo mi ciclo, mi retrospectiva, mi maratón de Hal Hartley, un director independiente estadounidense que me encanta y me fascina. Naturalmente, todavía no veo todas sus películas, así que no puedo decir que todas me encanten, pero al menos sí varias de su primera mitad filmográfica. The Unbelievable Truth es la opera prima de Hartley, y que gran joya que es, toda una declaración de intenciones cinematográficas, con indicios más que elocuentes de las capacidades de Hartley para potenciar las grandes ventajas del lenguaje cinematográfico, y contar historias pequeñas, pero que se recuerdan siempre con cariño.

  Josh Hutton es un mecánico que acaba de salir de la cárcel; hace dedo para volver a su antiguo hogar, donde no tiene nada salvo la enorme casa que heredó de su familia. A su llegada, conocemos al resto de personajes que habitan el vecindario, que van desde otros mecánicos hasta camareras y jóvenes estudiantes. Precisamente con la joven estudiante del vecindario, Audry, Josh Hutton comienza una curiosa y atípica historia de amor -o atracción, como me suena mejor-.

"Los efectos inmediatos de una bomba de veinte megatones no son diferentes a los de una de doce y medio kilotones; tan sólo son más extensos. El pulso térmico de ambas bombas puede incendiar periódicos a quince millas de distancia. Una plana llanura de cenizas es la imagen de lo que nuestro mundo siempre está a punto de convertirse. Un apenas imaginable horror yace debajo de la superficie de nuestras vidas normales, amenazando con irrumpir todo el tiempo. Es la verdad ineludible de la vida hoy, que en cualquier momento, cada uno de nosotros puede convertirse en un animal confuso y roto, arañando la superficie de la tierra buscando cualquier señal de vida"

  A pesar de que esta película tenga una estructura bastante normal, y no esté esa intención de jugar y experimentar con ella, intención vista en Flirt -sexta película de Hartley-, sí se utilizan interesantes y notables recursos que constituyen precisamente esos principios cinematográficos que les mencioné en el párrafo introductorio.
  Visualmente, la película es totalmente sencilla; en general, vemos mayoritariamente planos fijos, ya sean generales o primeros planos -por mencionar los extremos-, sin que se muevan de su posición, o a partir del eje. Esto no significa que sea el mismo plano durante largos minutos, ya que, al estar la cinta cimentada en los diálogos de los personajes, varias veces las conversaciones se ordenan en un plano/contraplano, o distintas fragmentaciones del lugar. Cuando hay movimientos de cámara -en contadas ocasiones-, suelen ser suaves y a veces no muy perceptibles. La gran fortaleza visual de esta película radica en las composiciones de sus planos, aprovechando la quietud que tienen para que los personajes se muevan -no mucho- y/o dialoguen. En cuanto al sonido, brevemente, diré que suele superponer varios diálogos a la vez, al igual que las pistas musicales que de vez en cuando suenan. Nada más adecuado para representar el desorden y caos que hay en la mente de los personajes, así como en su entorno común. Los momentos álgidos tienen esa característica. Hay un momento interesante, que es cuando Josh y una camarera hablan, y sus líneas se repiten una y otra vez. Aquí está.
  Sin embargo, para Hartley lo más importante son sus personajes, y, sin descuidar lo audiovisual -cosa que no hace nunca, a pesar de que varía un poco de película a película-, lo que siempre importa en mayor medida es el desarrollo de quienes protagonizan sus historias.


  Continuando con lo anterior, los personajes, especialmente los grandes protagonistas, Josh y Audry, tienen un cuidado desarrollo, desde los principios morales y éticos que cada uno tiene, hasta las acciones que pueden o no contradecir sus palabras iniciales. El desarrollo se nota en como lo que hacen tiene relación con lo que dicen, en cómo encuentran esa armonía y equilibrio para consigo mismos, en vez de encontrarla para con el frágil invento que es la sociedad. Y no sólo consigo mismos necesariamente, o tal vez sí, ya que puede que haya algo de uno en ese otro especial... ya saben, lo de las almas gemelas. ¿Son Josh y Audry almas gemelas? En fin, apegándome a este punto, esta es una historia sobre estos dos personajes, más que sobre una trama específica. ¿De qué se trata la película, realmente? De como Josh y Audry desarrollan su particular historia de amor. ¿Hay algún destripe argumental en ello? Claro que no.


  Lo otro que quiero destacar son los excelentes diálogos que Hartley es capaz de escribir. Este tipo es un genio en este aspecto -mucho más que en los otros aspectos de la película, que son notables, por supuesto que sí-. Las líneas de Josh y de Audry son geniales. Me gusta cuando Josh habla de porqué fue a la cárcel, y como todo cambia de perspectiva; o el libro del que Audry recita algunas líneas*, que son espectaculares -la cita en rosado pertenece a ella-. La gran gracia en cada historia de Hartley es que sus personajes siempre tienen profundos pensamientos que decir, y no son necesariamente sublimes y ultra-filosóficos, hay veces en que lo más simple contiene algo especial. No son todos unos intelectuales culturetas que en cada línea sueltan cosas de Freud, o de cualquier otro niño mimado de la filosofía, psicología, sociología, etc. Hartley logra introducir sin esfuerzo grandes pensamientos en todo momento.

  (*ese libro que Audry lee, yo pensé que era real. Y durante largos minutos busqué en internet cuál era el maldito libro. Luego me fijé en el nombre de la tapa, que era "The End of the World", pero no pude distinguir al autor. Luego de mucho esfuerzo, me encontré con el guión de la película, donde decía que era de un tipo llamado Ned Rifle. Me entero que Ned Rifle es ficticio, al igual que el libro. Un libro inventado por Hal Hartley exclusivamente para la película).


  Más allá de las características cinematográficas de la película, la historia que cuenta Hartley -según mi punto de vista, claro. Toda lectura es intrínsecamente equívoca- trata sobre dos personas, dos almas que se atraen, aunque no hayan razones aparentes para hacerlo. No se han visto en toda la vida, y a la primera mirada, ¡Shazam!, sienten una fascinación y atracción por el otro que antes no habían sentido. Antes cada uno llevaba su propia vida: Audry en el colegio, aburrida del condicionamiento social que abunda en esos terribles establecimientos, y Josh, encarcelado por motivos que de a poco se irán esclareciendo. La dinámica celeste de las cosas reúne a nuestros dos queridos personajes, mientras por la misma razón hay otros que pululan por ahí, en torno a ellos, o viceversa.
  Lo que hace de esta historia de amor atípica es que las dificultades surgen de los mismos personajes, pero hallan su fuente en los otros personajes que los rodean. Por ejemplo, tenemos al padre de Audry, un tipo obsesionado con el dinero pero que no lo tiene en abundancia -ya saben, los supuestos expertos de las finanzas son los que siempre fracasan y se quedan con sus asquerosas manos vacías, y luego se siguen creyendo expertos, nada más patético-, y que hace que Audry gane dinero, para luego intentar quitárselo con sucios trucos. Para Vic -el padre-, lo más importante es el dinero, y esa triste visión suya afecta a Audry, y por lo tanto a la relación con Josh, quien también se ve afectado por Vic, quien es su jefe. La atracción entre Josh y Audry nunca se esfuma, siempre está, pero son los otros los que dificultan, y estos amantes tienen que encontrar su propio camino juntos. Despejar esa mutua atracción de aquellos elementos superfluos, elementos que los separan cruelmente.


  Además, debajo de esta historia de amor subyacen varias inquietudes de Hartley, inquietudes manifestadas varias veces por Audry, como aquella que señala que el fin del mundo está a la vuelta de la esquina, escondido para atacar en cualquier momento. De vez en cuando, Audry escucha bombas que nadie más logra oír. También entran en juego la verdad de las cosas, la confianza en las demás personas, y la fe en nosotros como humanos. Todo esto se relaciona, ya que para qué hacer cosas, para qué levantarse de la cama todos los días si el mundo va a terminar. La llegada de Josh, y su presencia sirven para disminuir esos miedos; en cambio, los otros personajes son el fin del mundo, son las señales de que en el humano no se debe confiar -a veces, tanto Josh como Audry dicen "yo no confío en nadie"-. De todas formas, el fin del mundo siempre amenaza con irrumpir, pero siempre se puede vivir con dicha, aceptando esa verdad en la que nadie más cree, sabiendo que lo único que existe es el ahora. Es a eso a lo que estos dos personajes deben llegar.
  Cuando pienso en el fin del mundo del que habla Audry, y de la dinámica celeste que hay en la película, no dejo de pensar en que dicho fin es pura entropía. Personas, pequeños cuerpos conscientes que tienen tanto caos y desorden en su interior, que hacen que el desorden y caos exterior aumente hasta niveles mortales y apocalípticos. Al menos, esa es una lectura sencilla y rápida de todo ello, pero siempre se me viene a la mente. (Además, cuando Josh le explica a Audry como funciona una turbina por dentro, pienso que la referencia es aún más notoria).


  Antes de terminar, debo elogiar a Adrienne Shelly, la hermosa actriz que interpreta a la atormentada Audry. Tiene una pureza cautivante, su pesimismo encanta y conquista. Gran actriz, gran actuación. Robert Burke como el también atormentado Josh actúa igual de convincentemente. Otro personaje que me encanta es Pearl, tan atormentada como estos dos. Estos son los mejores personajes, aquellos que se dan cuenta de las cosas, y no viven en la superficie como los otros, que lo único que hacen es discutir sobre porqué Josh está en la cárcel, o intentar ganar dinero a costa de sus hijas, o cualquier cosa realmente sin importancia.

  Gran película, una joya encantadora, con una banda sonora alucinante, diálogos perfectos, dirección fantástica, buenísimas actuaciones, y lo más importante, una historia que se recuerda con cariño. Excelente opera prima de Hal Hartley, uno de esos directores poco conocidos, pero no por ello menos importantes y geniales que los otros. A fin de cuentas, me parece bueno que tenga un bajo perfil, lo hace todo más personal, por decirlo de alguna manera.

...Diluvio de capturas...!

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