lunes, 18 de enero de 2016

99 River Street - 1953


Director: Phil Karlson

  Si es que soy capaz de llevar tal tarea a cabo, en los próximos dos (quizás tres) días aglutinaremos algunas cuantas películas de Phil Karlson, un director poco conocido que acá ha demostrado su valía plenamente, si bien sus tropiezos dan cuenta de que el hombre no es infalible, lo cual es una obviedad del tamaño de una catedral. (En todo caso, me consta que hay directores de filmografías prácticamente perfectas aunque, a diferencia de Karlson y otros artesanos -o no, el término siempre me complica-, menos prolíficas. Una buena excepción sería el gran Rainer Werner Fassbinder, de quien algún día completaremos su fascinante obra cinematográfica). "Kansas City Confidential", comentada acá hace largo tiempo, es parte de una informal trilogía cuyo nexo es quien protagoniza cada película: John Payne, un actor de presencia imponente, y que lo diga ahora en "99 River Street", en la que hace de violento y frustrado boxeador envuelto en severo problema con inescrupulosos criminales.


  John Payne es un boxeador retirado que estuvo a punto de convertirse en campeón de no ser por un certero y letal golpe a un ojo, herida que le impidió terminar el decisivo combate y, luego, continuar su carrera. Ahora es taxista y tiene una sensual esposa que lo detesta por su fracaso. Nada de esto importa mucho para los problemas que comenzarán a acecharlo y golpearlo sin cesar.


  "99 River Street" tiene lo mejor del cine de Karlson y además nos cuenta una contundente historia de fracasos, sueños rotos y la siempre estimulante (dependiendo del tratamiento y el relato en que se enmarque, eso sí) lucha interior entre el bien y el mal: lucha que puede tomar lugar en una ciudad, asolada por sucios y oscuros bajos fondos en los que toda clase de actos violentos se esconden bajo el esplendor de una creciente e ilusa ciudad; o en el interior de una persona, ya sea un hombre de mal carácter pero innegable bondad y moral, ya sea una mujer capaz de apartar sus mayores deseos con tal de no perder a un amigo. En otras palabras, en esencia, la película trata sobre cerrar ciclos, librarse de las ataduras del pasado o los prejuicios, limpiar la propia consciencia: sanar heridas. Sobre ello se manifiesta el conflicto que surge del indeterminado límite de la violencia y la moral (la herida y la cura): qué tan lejos llegará una persona con tal de llevar a cabo sus propósitos, cuánto está dispuesto a sacrificar y perder, en qué momento dar un paso más significa caer en un abismo inexpugnable. Por momentos, particularmente al inicio, cuando la película no cesaba de mostrarnos escenas desfavorables para el protagonista, Karlson nos sumerge en un perturbador mar compuesto por lo peor del ser humano, componentes que poco a poco salen a flote, como pequeños golpes que progresivamente van mermando el estado psicológico de John Payne y los demás, quienes han pasado demasiado tiempo en el infierno de la mediocridad, la muerte y el desprecio. Luego, naturalmente, viene la lucha por el honor y la inocencia.
  Me gusta mucho el tratamiento de la violencia que despliega Karlson en sus películas, sobre todo las buenas, que a pesar de brutales y crudas, no son de aquellas que se recrean en los detalles escabrosos y en el morbo más gratuito e inútil (aunque fugazmente "electrizante"), todo lo contrario: la violencia está tan bien utilizada y justificada, que cada vez que vemos algún tiroteo o una pelea cuerpo a cuerpo, ésta constituye una contundente muestra de habilidad narrativa, pues se acentúa lo terrible y deleznable de tales actos (y, considerando que Karlson no se mide con los hechos acontecidos -como cuando, en una película que no nombraré, unos mafiosos matan a una niña negra y lanzan su cadáver al jardín del receptor del mensaje-, el golpe es aún mayor, pues además sienta la mecánica del conflicto y cómo éste se conducirá). Por lo demás, la historia no existe en función de la violencia, más bien al revés. Para Karlson la violencia parece ser una suerte de acumulación avasalladora que juega constantemente con el límite de lo tolerable, sumando y sumando provocaciones que van levantando un estado psicológico (individual, grupal, y para no quedarnos cortos, social) a punto de explotar. En "99 River Street" tal tratamiento es algo más sutil, pues Karlson se centra más en la psicología de su protagonista y la pertinencia de sus deseos de golpear algo, sea un saco de boxeo o un saco de pelotas (también llamado mafioso, villano). No sé si estaré exagerando o no, pero con un buen guión y buenos personajes Karlson es capaz de otorgarle un dimensión extra a sus películas (sin un buen guión, como veremos dentro de poco, la violencia de Karlson y su enorme calidad visual se quedan a medio camino), mucho más profundas o elaboradas que simples conflictos criminales. Vamos, no me digan que no pueden sentir la amargura del protagonista y cómo le duele cada cosa mala que le cae encima. Insisto en esto: "99 River Street" es, por sobre todo (y dicho en palabras simples, para no seguir redundando), la humana lucha de un hombre por mantenerse recto.
  Demás está decir que la realización de Karlson es notable y que el guión está muy bien escrito, puede que de manera sencilla y directa (sin complicaciones de ningún tipo, simplemente guiado por la fuerza de las causalidades y consecuencias o, "hay que hacer lo que hay que hacer; ya veremos dónde nos detenemos", sin olvidar la moral, en todo caso), pero ulteriormente efectiva y contundente. La escena del teatro es espectacular, no sólo por lo que significa en sí, también por la cruel atmósfera que levanta el director y la interesante (y bien lograda) apuesta formal que lleva a cabo en determinado momento. "99 River Street" no tiene desperdicio en lo absoluto: está muy bien planteada y ejecutada, y qué decir de John Payne, a quien el papel le cae como anillo al dedo. No se la pierdan.


No hay comentarios. :

Publicar un comentario

Vamos, dime algo, así no me vuelvo loco...

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...