domingo, 4 de febrero de 2018

The Square - 2017


Director: Ruben Östlund

¡Otra nominada a mejor película de habla no inglesa!, ¡pero qué buena racha la mía! "The Square", ganadora de la Palma de Oro en Cannes el año pasado y nada más ayer ganadora de un Goya (también ganó "Una mujer fantástica": coincidencias, coincidencias), además de ser lo último del sueco Ruben Östlund, director cuya filmografía nuevamente está del todo comentada en este blog. Seguramente ya conocen "Turist", así que también los insto, si no lo han hecho, a ver "Play", otra muestra de la valentía y del talento cinematográfico de este hombre. "The Square" también la fui a ver al cine, específicamente al Cine Arte Alameda, y de hecho me sorprende que se haya estrenado en salas comerciales allá por noviembre, no es lo típico de esas grandes cadenas de cine que exhiban propuestas europeas, a menos que sea la comedia francesa del año que siempre se acaba colando (también estrenaron en su momento "Good Time", la de los Safdie. Cómo me habría encantado ver esa genialidad en una pantalla grande). Por suerte también está por ahí en internet así que me pude dar el gusto de sacar capturas. ¡SACAR CAPTURAS ES ARTE Y YO SOY EL MEJOR CAPTURISTA DE TODOS! Ejem... es broma, por favor no me tomen en serio.


El arte... Una película sobre el arte y los museos... Justo cuando se supo que eso de que un museo removiera de exhibición un cuadro de hace un par de siglos por "cosificar el cuerpo femenino" era una obra artística que buscaba "investigar" las reacciones de la gente... No deja de ser tramposo primero decir que quitas algo por determinada razón (cuestionable razón, para qué estamos con cosas) para luego, no mucho rato después, decir que todo el asunto responde a otra razón diferente y que enojarse tanto es muestra de misoginia o algo así. ¿Tramposo o no? Y manipulador, más encima. Como sea...
Ruben Östlund es probablemente uno de los directores más mala leche, atrevidos e incorrectos del panorama actual. Este tipo, definitivamente, no tiene miedo alguno. Nuevamente los insto a ver "Play", película que mete el dedo en la llaga de manera despiadada y que denuncia de cabo a rabo la hipocresía de la sociedad contemporánea.
"The Square" se sitúa en un museo de arte moderno y contemporáneo y el protagonista, un magnífico Claes Bang, es el curador de dicho museo. La película no cuenta una historia de tres actos ni nada por el estilo, simplemente aprovecha sus elementos narratológicos para crear, eso sí, un arco argumental que nos hará testigos, justamente, de lo podrido de la sociedad en que vivimos. Pero, para ser claros, no es de esas historias en donde algo urgente debe solucionarse, resolverse, para que al final las cosas vuelvan a la "normalidad". Para el protagonista nada volverá a ser lo mismo, no porque le haya pasado algo muy grave o irreversible que digamos, sí porque parece haber despertado de ese acomodaticio letargo de individualismo y egoísmo (el leitmotive de la semana, ja, ja, ¡y de la que viene también, aparentemente!). Aunque "The Square" se sitúe en un museo y, por ende, dentro del mundo (o la industria) del arte, no estamos ante una película que sea necesariamente una feroz crítica al mundo del arte; sí se critica la vanidad o la pomposidad de ciertos artistas y obras, pero lo que Östlund hace es valerse del arte para transmitir un discurso... poderoso discurso. Hay reflexiones sobre qué determina qué puede ser considerado obra artística y qué no (efecto versus contenido; controversia versus valor intrínseco), pero en última instancia, aunque podría estar equivocado (todo esto del arte y las interpretaciones es terreno, ejem, complicado), Östlund muestra el arte como medio y no como fin. Quizás "medio" y "fin" no sean estadios separados el uno del otro sino perfectamente complementarios. Naturalmente, toda obra artística tiene una identidad y una naturaleza única e inherente, pero la recepción que tenga ciertamente es un valor agregado. En fin, tampoco iba a hablar mucho de esto; en realidad pretendía enfocarme en la crítica social que el director construye con cruel y certera ironía.
La pieza central de la película y del museo es una obra llamada The Square, espacio de 4x4 metros (¿de 16 metros cuadrados?) cuyo lema es, básicamente, "este es un espacio de confianza y solidaridad; dentro de él, todas las personas tienen los mismos derechos y obligaciones". En una sociedad egoísta, indiferente, individualista, ¡una obra como The Square es absolutamente revolucionaria!, al invitar (obligar, incluso) a la gente a ser solidaria con la otra, aunque sea dentro de un pequeño espacio. Claramente la genialidad de Östlund estriba en que ¿por qué demonios es necesario que una obra artística le recuerde a la gente que debe ser solidaria para con los otros?, o ¿la gente sería solidaria dentro de los límites de The Square sólo porque una obra artística así lo dice (lo que hablaría bien de ellos en tanto degustadores de arte) o porque genuinamente se darían cuenta de lo satisfactorio de ayudar a alguien necesitado? En cualquier caso, The Square no es la única obra, performance o exhibición del museo ese, y lo importante del caso es que todo funciona como alegoría de la sociedad actual, de su apatía e indolencia, como por ejemplo la incómoda escena del hombre-mono (mucho más larga de lo que se ve en el enlace, y... en una entrevista Östlund dijo que en un inicio quería hacer una performance-parodia del infame y enfermo ¡GG Allin!), que comienza siendo hilarante para luego mutar en algo verdaderamente aterrador, no sólo por lo que el hombre-mono hace, sino que por la premisa de la performance (porque es una performance, oh sí): "el hombre mono huele la debilidad; si no mueves ningún músculo, quizás no te moleste; no te muevas y deja que otro sea la presa". En efecto, es aterrador comprobar cuán fielmente dicha premisa refleja el día a día de nuestras realidades. Hay mucho más que Östlund critica con rabia, como por ejemplo la morbosidad y la ceguera de las redes sociales, lo rápido que cualquier cosa se hace viral y lo viral que resulta que todos, sin pensarlo, se unan a una turba virtual para linchar a quien sea. Es un espejo deformante de lo que se ve todos los días, manzanas podridas pudriendo canastas enteras, ¡incluso árboles desde sus raíces! De esta forma, Östlund elabora su potente discurso a través de las tribulaciones personales del curador y de las complicaciones mediáticas o internas del museo, abarcando así distintas esferas (pública, privada) de la sociedad.
Aparte de lo anterior, no quiero perder la oportunidad de alabar el gran talento de Ruben Östlund para la puesta en escena, destacando por ahora solamente su magnífico uso del fuera de campo, y su maravillosa capacidad para crear atmósferas cargadas de extrañeza, incomodidad, desconcierto, ya sea por la acción en sí o por ciertos mecanismos sonoros (por ejemplo, el persistente llanto de un bebé). Y claro, cómo obviar su valentía, su atrevimiento, su frontalidad, todo lo cual conforma un conjunto igualmente hilarante, salvaje, brutal, impactante y sumamente desalentador. Sobre el fuera de campo, no deja de ser genial que la misma obra central, The Square, no sea realmente esencial en tanto argumento, porque dicha instalación ni siquiera llega a ser inaugurada y no mucho se habla de ella (sólo es anunciada como "lo próximo" y se discute vagamente sobre la estrategia comunicacional con que se publicitará), pero sí en tanto significado; significado que sobrevuela cada minuto de esta sensacional alegoría sobre la hipocresía de la gente. Por lo demás, nótese los numerosos cuadrados que se ven a lo largo del metraje, algo así como lo que Hawks y luego Scorsese harían en "Scarface" y "The Departed", respectivamente, poniendo "equis" en distintas escenas como símbolo de la muerte que ronda a los personajes. Tampoco quiero perder la oportunidad de referirme a una escena tremendamente elocuente: montón de personas, entre ellos el curador del museo, que pasan ignorando mendigos y otra gente necesitada de ayuda; en medio de ello ocurre todo un enredo que afecta precisamente al protagonista, quien se queda sin billetera ni celular; el hombre pide ayuda y adivinen, todos pasan de largo de él, y ya no importa que esté bien vestido o parezca decente. Ahí recién vive en carne propia el flagelo del egoísmo.
Aunque como conjunto pienso que "The Square" es genial y magnífica, sí voy a reprochar lo anecdótico y liviano que resultan los personajes de Elisabeth Moss y Dominic West (a quien vemos sólo en dos escenas), o quizás lo liviano que resulta recurrir a dos tan buenos actores como los susodichos para darles papeles tan inanes para ellos. Moss, quien de todas formas demuestra su talento interpretativo (a mi me encantó; sus expresiones, su sonrisa, su aparente despreocupación), aparece más y su personaje deja interesantes apuntes y reflexiones, pero West sí que parece un dardo perdido y sólo queda como una parodia a Julian Schnabel que se entiende sólo si conoces, aunque sea de nombre y rostro, a Julian Schnabel (ignoro su reputación dentro del ambiente y, por ende, qué tan buena es la paródica composición de West). Quizás habían más escenas de estos personajes que se quedaron fuera del corte final, pero me resulta algo irrisorio tener a dos actores tan buenos para tan poco. Al menos Elisabeth Moss tiene plenitud de oportunidades para lucirse ella sola.
En cualquier caso, grandiosa película y grandioso Ruben Östlund. Satirizar todo y a todos, sin importar quién o qué sea, sin miedo alguno, es la consigna. Y vuelvo a lo mismo: si no han visto "Play", no sigan esperando más. Eso sí, ahora toca esperar a lo próximo que haga este director. Quizás la Palma de Oro que ganó le permita demorarse menos esta vez. Esperemos...
Acá les dejo la conferencia de prensa en Cannes, siempre muy interesantes.
...sobre gustos no hay nada escrito... je... je, je... ¡JAJAJAJAJAJAJAJA!...

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