domingo, 21 de julio de 2019

Jeanne Dielman, 23, Quai du Commerce, 1080 Bruxelles - 1975


Directora: Chantal Akerman


Me parece que "Jeanne Dielman" es la culminación de toda la primera parte de la filmografía de Chantal Akerman (contando también "News from Home", que viene después de ésta aunque la directora la filmó como si lo hiciera un año 1972 cualquiera) (la primera parte, digo, que es la única que hemos visto hasta ahora), de esas películas que tienen tanta intención o curiosidad como experimentación y ensayo, formal y narrativo, intelectual y dramático. "Jeanne Dielman" es, sin embargo, un decidido y plenamente consciente puñetazo a la mandíbula, un mazazo a los espectadores acomodados y simplones, y en realidad a cualquiera que vea este tremendo pedazo de cine. Tiene el ansia (auto)destructor de "Saute ma ville", esa noción cuasi apocalíptica de la rutina vital y los inamovibles roles sociales que, inevitablemente, conducen a la locura, a una solapada rabia que se libera y desata o que intenta huir, por cualquier medio, del sometimiento cotidiano, pero en "Jeanne Dielman" Chantal Akerman ya no está para juegos, para la puesta en escena festiva y desenfadada, para la burla y la sátira moral y política, al contrario, ahora la directora lo apuesta y arriesga todo por el distanciamiento, la cámara desapasionada, la falta de artificios, la mirada explícita y cruda, el lenguaje fílmico brutal y desnudo, despojado y despojador, que sólo deja en pantalla, en esas imágenes "vacías" a la vez que asfixiadas, las toneladas de normas y convenciones deshumanizadoras, o el mundo entero que golpea a martillazos segundo a segundo, sin que nadie parezca notarlo, porque hay personas que acaban por quedar invisibilizadas. Y eso lo logra con poco más de tres horas de metraje, con largos planos fijos, frontales y abiertos (lo más cercano a los personajes son planos medios), y escenas en donde la protagonista cocina, ordena, hace el aseo, compra comida, cuida un bebé, teje y lee una carta, habla un poco con su hijo, y claro, ese momento del día en donde recibe hombres en su casa (uno solo por jornada), los conduce a su habitación, cierra la puerta, para luego, en el tiempo en que se cuecen las papas, recibir un billete, un adiós y la promesa de la próxima visita, y en realidad lo primero que vemos es a la protagonista prostituyéndose, pero todo como una sucesión anodina de hechos aparentemente inofensivos. Y pasa mucho, se cuentan muchas cosas, nuevamente la directora nos reta a observar, a rasgar la superficie, a intentar adentrarse en ese mundo interior de difícil acceso, prácticamente cerrado sobre sí mismo, o a preguntarnos el porqué de dicho hermetismo, de dicha frialdad, de dicho colapso. Todo queda coronado con la monumental interpretación de Delphine Seyrig, no realmente contenida, al menos no una acepción típica de "contención dramática"; de hecho pienso que Seyrig transmite mucho, expresa un montón, más que tantos otros actores y actrices, sólo que lo hace con lo suficiente, con poco, con menos de lo que por lo general abusan los mediocres.
Brillante, realmente brillante y demoledor film.
(Bueno, supongo que también iba a mencionar las otras películas de Akerman y cómo los experimentos de aquéllas alcanzan inmensas cotas de calidad en ésta, pero para qué extendernos más. Aunque me alargara más, dudo que pueda estar a la altura de esta película. Mientras me hayan entendido un poquito que sea...)

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