lunes, 14 de junio de 2021

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En la entrada más reciente hablé del blog, así que hoy hablaremos, ejem, de mí.

Ya que mencionamos el blog, no he hecho ninguna de las tareas que me propuse... aún.

Hace dos o tres semanas soñé que estaba en el campo plantando árboles, pero de manera ordenada y meticulosa, no a lo loco ni en cualquier parte.  En el mismo sueño me daba cuenta que lo hacía inspirado por esa pareja brasileña que, ayudada por una fundación, plantaron no sé cuántos miles de árboles en su propiedad, logrando, con los años (no pocos: veinte), que ese terreno, que en la práctica era un inmenso peladero con unos cuántos árboles solos desperdigados por ahí, se convirtiera en una selva, llena de vida, albergando más de cien especies de árboles, de aves, de insectos, una o dos docenas de anfibios, entre otros, logrando que el agua volviera a fluir naturalmente de nuevo, toda una maravilla que demuestra lo resistente, rebelde y poderosa que es la naturaleza, y lo mucho que las cosas podrían mejorar si los humanos ponen de su parte (porque la naturaleza puede recuperarse por su cuenta, claro, y todo a una escala suprahumana, porque si la especie humana en verdad convierte al planeta en una bola de polvo y ceniza, ésta se recuperará, pero no de un día para otro, tal vez le demore siglos en recuperar su esplendor, ojalá ya sin nosotros). Lástima que allá en Brasil ahora tengan a un psicópata como presidente, que, entre otras estupideces y barbaridades, no ha dudado en decir que no le importaría vender toda la Amazonía a privados.

Siguiendo un poco con lo de los sueños, pero enfocados en el dormir, se supone que ahora que Sykkuno dejó de jugar GTA NoPixel con tanta asiduidad como antes, yo podría dormir mejor, dormir más, pero es como si mi cuerpo se obligara a estar dos o tres horas más despierto, aunque sea haciendo nada, sólo por esa inercia de mi rutina de los últimos dos meses. Cuando son las doce y me digo que es hora perfecta para dormir, ¡saz!, me pongo a hacer algo que me tiene en pie hasta las dos de la mañana. Espero corregir eso prontamente.

Resulta que al final los hombres menores de 45 años que se vacunaron con la AstraZeneca en sus primeras dosis, para la segunda deberán vacunarse con la Pfizer. Yo entro en ese grupo y este desorden no lo entiendo mucho, pero habrá que acatarlo. Para más remate, la fecha para mi segunda dosis fue postergada en dos semanas, lo que retrasa mis planes para estudiar bartender y ser un hombre que se valga por sí mismo.

Hablando de vacunas y bartender, dos cosas. ¿Por qué trabajar como bartender?, ¿qué motiva dicha elección? Pues bien, hasta ahora he tenido dos trabajos: cuando salí del colegio trabajé en un KFC en la parte de atrás, tanto en la freidora como en la estación para preparar sandwiches y otros productos del menú. Entonces la paga me parecía genial (nunca antes había tenido dinero realmente, salvo los regalos de cumpleaños, pero nada en comparación a un sueldo como tal), pero hoy en día no trabajaría por un sueldo tan exiguo y tampoco trabajaría preparando carne. Unos tres años después, para poder comprar el computador que uso ahora (el que tenía antes se echó a perder cuando le cayó agua encima... culpa mía), me puse a trabajar de copero en un pub-restaurant. Copero es, básicamente, quien lava los cubiertos, los vasos, los platos sucios, las ollas, sartenes, los utensilios de cocina, etc. La paga era mucho mejor que el sueldo del KFC y además las propias, que no eran tan buenas, iban sumando. Obviamente es una buena opción para un vago perdedor como yo, en tanto que te paguen tanto por lavar platos básicamente, es como algo demasiado bueno para ser verdad. Y esa iba a ser mi opción, pero luego pensé tres cosas: dudo que sea bueno para la salud de mi piel trabajar tanto tiempo usando tanto detergente y más de esos productos, quién sabe cómo acabarían mis manos luego de años haciendo lo mismo, y no quiero descubrir cuánto daño pueden aguantar; tampoco sería bueno para mi espalda, dado que para lavar debo estar inclinado sobre la estación de trabajo, y una columna descuidada es de las cosas que más y mas fuerte pegan en la vejez; por último, ¿alguien ve a un viejo de cincuenta/sesenta años trabajando como copero? Nadie. Nadie, tampoco, contrataría a alguien de esa edad para un trabajo como ese; obviamente, dicho empleo recaería en alguien más joven, sin duda alguna. Pero como me gusta esa área de trabajo y me gusta el horario nocturno, me dije: ¿Y si soy bartender? Porque como mesero lo haría mal, en la cocina no tengo nada que hacer, entonces me queda el bar. En el bar perfectamente puede haber un viejo de cincuenta/sesenta años trabajando; quizás no en el bar más chic de la ciudad, pero en algún lugar contratarían a un viejo, especialmente a un viejo tan apuesto y bien mantenido como lo seré yo. El trabajo de bartender, además, soluciona el problema de la columna y las manos: no tengo que estar inclinado ni tampoco deberé ahogarme en detergente durante ocho horas seguidas. Por lo demás, como bartender estoy seguro que gano más que como copero, y las propinas serán más grandes también.

Si ya con todo esto de la pandemia he estado reflexionando sobre la salud y el cuidado que uno debe prestarle, especialmente cuando uno no puede ni caminar tanto como antes, ni mucho menos ir a nadar, en resumen cuando las circunstancias te obligan a un estilo de vida más sedentario, motivándome a comer más frutas y verduras, incorporar alimentos más variados a mi fabulosa y moralmente correcta dieta vegetariana, y disminuir las porciones que suelo comer, el fuerte golpe que me dio la primera vacuna me hizo abrazar mis nuevos motivaciones de manera tajante. Si antes comía manzanas cuando me acordaba, ahora como dos al día. Como dos naranjas diarias también, un plátano diario sumen. Y mis porciones de arroz y fideos son la mitad de antes. Y los antojos de cosas dulces y chatarras (chocolates, helados, galletas) disminuyeron casi a cero, solamente los miércoles, cuando salgo a hacer las compras semanales a mi abuelo, me permito comprar un pastelito, pero fuera de eso, nada más. Si bien aún no bajo ningún kilo, por alguna razón me veo más esbelto, mis brazos y piernas se ven más fuertes y cuando hago ejercicio me siento más, cómo decirlo, más vigoroso, me siento menos cansado. Imaginen si pudiera nadar... ¿Y por qué la vacuna fue tan decisiva? Es que sus síntomas fueron tremendos, y la náusea que me causó no se las deseo. Todas las cosas no sanas que había comido por alguna razón las sentía en mi boca, un sabor extraño inundaba mi lengua, incluso mis dientes, como si me estuvieran persiguiendo. En definitiva, no quiero sentirme así de nuevo y, para qué estamos con cosas, los chocolates, los completos, las pizzas, ya no me causan tanto placer o gozo como antes, aunque no quiero abandonarlos del todo. Por otra parte, las frutas son tan deliciosas. Por eso también quiero un sueldo y dinero: la economía actual no permite comprar, como yo quisiera, un cajón de kiwis, otro de mangos, unos cuantos kilos de arándanos y una que otra papaya. Con esas frutas en mi cotidianidad sería feliz.

Por último, pronto mi madre va a cambiar su actual celular por uno nuevo. El que tiene ahora me lo va a dejar a mí, y el que tengo yo ahora... ¡también quedará para mí! Esto me viene de maravillas para uno de mis objetivos (ya cuando tenga trabajo y dinero): un celular queda como celular personal, para familia y amistades (si es que tengo), el lado A como se dice por ahí; el otro celular quedará para mis actividades más placenteras, el lado B como dicen. Esto soluciona bastantes complicaciones que tenía en mi mente sobre cómo me iba a organizar en dichas materias. Ya puedo sentirme más tranquilo.

Y creo que eso sería todo por hoy. En los próximos días hablaremos de unos cuantos buenos cómics.

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