domingo, 27 de enero de 2019

All I Desire - 1953


Director: Douglas Sirk


Siempre lo he dicho: el calor, especialmente el calor extremo de estos días, me aletarga, languidece y hasta me anula, si me permiten la exageración. Si parezco algo desapasionado, no se preocupen, es sólo el calor. Cómo pensar si el cerebro está poco menos que derretido... Dicen que esta semana las temperaturas bajan un poco; ojalá, digo yo ¿me entienden?

De Douglas Sirk hemos comentado seis películas y éramos plenamente conscientes de aquellas que se habían quedado en el tintero, a lo mejor durante estos días las vemos, no son muchas que digamos y más adelante me gustaría ver la filmografía más desconocida de Sirk, como su buen puñado de cine negro y, por supuesto, aquellos títulos filmados antes de trasladarse a Estados Unidos. Planes, sueños, proyectos que se mencionan así, de pasada, esperando que se cumplan.

"All I Desire", protagonizada por Barbara Stanwyck, que por enésima vez demuestra que no sólo es una actriz de carácter sino que de verdadera sensibilidad y profundidad dramática, es la historia de una actriz fracasada, o derrotada, en cualquier caso una persona que no vive bajo los focos de Broadway ni entre las estrellas del rubro, más bien en circos o espectáculos itinerantes de poco e indiferente público. En cualquier caso, decadencia pura. Una carta, sin embargo, la rescata del olvido: una de sus hijas le pide que la visite, con motivo de una obra de teatro que protagoniza en el colegio, ilusionada por impresionar a su famosa madre (porque Stanwyck se fue del hogar, largo tiempo atrás, diciendo que iríase de gira por Europa con las más prestigiosas compañías teatrales). En qué topamos, dice Stanwyck, y de inmediato retorna a ese pueblo, pequeño y rancio, en donde los diálogos se desarrollan como en sordina, siempre a las espaldas de alguien más, una de las razones por las que se fue tiempo ha. Al regresar, por supuesto, su presencia alterará en distintas maneras las vidas de aquellas personas importantes de su pasado: la hija mayor, recatada, se muestra reticente a su visita, pues no le perdona el carácter veleidoso y frívolo, improcedente en una dama que se respete; la segunda hija, de natural expansivo y animoso, quiere ser como su madre y la idolatra; el niño menor, que no la recuerda, es bastante simpático ya que tampoco nadie le ha contado recuerdos con tendencia al resentimiento y, por ende, se relaciona con ella de manera más transparente; el padre, el ex, claro, no se muestra muy contento, diplomático eso sí, pero hay ciertas personas imposibles de olvidar, mucho menos las razones de por qué nos enamoramos de ellas en primer lugar. Así, mientras en la intimidad de esta familia las emociones fluyen entre avances y contradicciones, entre aceptar más que perdonar aunque el miedo a las decepciones siempre esté presente, por fuera los murmullos y los rumores y la superfluidad quizás se encarguen de entorpecer la libertad del amor.
Así las cosas, no hay mucho análisis que valga: esta película me encanta tanto como las otras de Douglas Sirk y en qué términos puedo hablar de "All I Desire", ¿de forma teórica; que el melodrama esto y aquello?, ¿atendiendo aspectos narratológicos o visuales?, porque sí hay que decir que Sirk es un gran creador de imágenes, tan sólo miren la imagen que cierra este post, sus distintos "planos", la historia de cada cual y la historia que cuentan como conjunto, esa secuencia de izquierda a derecha o viceversa. No obstante insistimos en la simplicidad de la entrada es imposible obviar la sutil pero elocuente riqueza cinematográfica de la película, que me recuerda en cierta forma a "Imitation of Life", por la tormentosa relación de una mujer, una actriz (aunque el personaje de Lana Turner sí goza de celebridad), con su hija, que quiere o no quiere ser como ella, pero a cuya influencia no puede sustraerse. No señor, no es una historia simple la de una mujer que regresa al hogar a reencontrarse con la familia, y si es por criticar algo, por mencionar algo (ya que tanto insisten), podría referirme al personaje llamado Dutch, antiguo amante de la protagonista, que a la llegada de ésta se empeña en reconquistarla, personaje por sí solo bastante flojo en términos dramáticos aunque entendemos que, narrativamente, es la vía para generar la gran crisis final, la cual obligará a los personajes importantes a tomar decisiones de una vez por todas porque a veces, ya lo sabemos, no podemos negarlo, las miradas y los gestos, que tanto dicen y tan poco callan, no logran sobreponerse al mutismo de las palabras que, agazapadas, no pueden consumar ni consolidar el lenguaje del cuerpo, y un evento externo las liberará de ese silencio y en medio de la noche se escuchará un "te amo", y no me digan que no es encantador, que la película no es una genial delicia o que no hay capas de complejidad humana en los avatares sentimentales de aquellos que sufren y disfrutan por nosotros (siempre y cuando sean tratados con sensibilidad e integridad, como es el caso).
Siempre es un placer, señor Sirk.

En otro orden de cosas, una idea se ha instalado en mi mente: si para los treinta (años) no logro, digamos, ciertos lejanos objetivos de vida (de esos que comienzan a tomar forma cuando se escucha un "qué quieres ser cuando grande"), me parece que no es en lo absoluto mala idea dedicarme a una carrera diplomática para ser, eventualmente, embajador de algún bello y tranquilo país, y si piensan que estoy delirando, los requisitos para ser admitido en la academia diplomática no me excluyen (no soy ingeniero, abogado o médico, pero puede postular cualquiera que tenga un título universitario, y aunque yo deteste y odie con todo mi ser la carrera que obligatoriamente tuve que terminar, pues ahí lo tengo, el puto título, ese asqueroso cartón), el examen no es difícil (la neta que no me parece difícil de la forma en que lo describe la página) y, más encima, si quedas seleccionado ¡recibes un sueldo!, ¡es como si te pagaran por estudiar!, y no es poco lo que te pagan, eh. Pero bueno, aún falta un lustro para dicho plazo, tiempo durante el cual las cosas podrían, o no, ir según mis cautelosas ensoñaciones, y para qué estamos con cosas: no puedo ser un vagabundo toda la vida (en términos prácticos, porque en espíritu siempre estaré enojado con todo, je, je), para sobrevivir hay que trabajar en algo y si he de ser un asalariado, demonios, la carrera diplomática es algo que, se los digo con toda la seriedad del mundo, no me parece inalcanzable para mí. Como sea, qué calor ¿no?

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