martes, 1 de enero de 2019

Man with the Gun - 1955


Director: Richard Wilson


Durante un día cualquiera en Sheridan City no sucede mucho, al menos nada ya que pueda sorprender o espantar a sus habitantes, habituados como están a las impunes fechorías perpetradas por los matones de un tal Holmam, hombre de negocios cuya riqueza se construyó, y sigue creciendo, al margen de la ley. Confinados a un pequeño pueblo árido y polvoriento, sucio y raquítico, con un sheriff de manos atadas que poco puede hacer, los días transcurren uno tras otro, anulando en su desidia las pocas voces y voluntades que se niegan a aceptar el despotismo de ese hombre de negocios que no les permite cultivar la tierra en las afueras del pueblo, que menos les permite construir propiedades aunque las compras hayan sido legales, que para ello se vale de sujetos de gatillo fácil, prepotentes y amparados por esa todopoderosa mano negra.
Robert Mitchum, Clint Tollinger en el presente caso, es también un hombre duro, si por hombre duro entendemos alguien que donde pone el ojo pone la bala, sin desvíos ni vacilaciones; alguien que no se amilana ante un matón de poca monta y que no teme enfrentarlos a puño limpio; alguien, a fin de cuentas, que también se rige por un tipo de ley más animal y salvaje, salvo que este sujeto no utiliza su poder para intimidar ni aprovecharse de los débiles. Llega a Sheridan City, no por casualidad, pero tampoco teniendo en mente lo que allí sucede; como una sombra, su reputación le precede y una idea se fija en la mente de la gente: el "domador de pueblos" se encargará de esos malditos canallas; como una sombra también, su pasado se cierne sobre él, acaso de forma tan precisa e hiriente como una bala. El caso es que, si durante la mayoría del tiempo no sucede mucho en Sheridan City, acostumbrados sus habitantes a las bravuconadas, ahora en cambio, con Clint Tollinger en el pueblo, los días se convertirán en una verdadera ruleta rusa.
"Man with the Gun" es, entonces, un potente, conciso y reconcentrado western que, además de ir directo al grano con respecto al conflicto central (no obstante, se toma su tiempo para presentar personajes y escenarios debidamente, lo cual logra que nos familiaricemos con todo y todos), destaca la construcción de personajes, especialmente el de Mitchum, lo que añade capas a un relato bien contado, sí, que no se va por las ramas, de seca y elegante narración, pero que, con ese valioso agregado, logra que sus escenas, tanto las violentas como las, digamos, sensibles, sean dramáticamente más potentes e intensas, sin mencionar que hace que todo el asunto se sienta más coherente y convincente, pues Mitchum no es sólo un mercenario que trabaja por dinero, también tiene su moral, su lado humano, el cual incide en su modo de trabajar y el particular desprecio que muestra por los matones, del mismo modo que no todos los habitantes, por sus personales motivos, reaccionan de igual manera ante el actuar de este jinete del apocalipsis. En resumen, si vemos geniales tiroteos, sabemos más o menos qué hay detrás de ello y, demonios, es imposible no entusiasmarse más de la cuenta con el poderío destructor de Mitchum, más oscuro y rabioso de lo que aparenta en un inicio. Sumen a ello una mano firme, una puesta en escena con la fuerza y precisión de un mazo (la escena del incendio es extraordinaria; y, claro, el suspenso y la tensión también están manejados con decisión y pulso, como debe ser antes del decisivo enfrentamiento), de un director que por lo demás dirige por primera vez (excelente opera prima), y bueno, obtenemos una fenomenal película. A estas alturas sobran los adjetivos.
Gran manera de comenzar el año: con Mitchum y un buen western bajo el brazo.
Siento que respiro mejor.

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