viernes, 11 de enero de 2019

They Died with Their Boots On - 1941


Director: Raoul Walsh


Hace tiempo que no veíamos una película del maestro Raoul Walsh y hace tiempo que "They Died with Their Boots On" estaba en mis manos, ya era hora, siempre es la hora y nunca es la hora, en realidad nunca se sabe, pero las cosas son como son. ¿Qué? En fin...
El siempre irresistible Errol Flynn interpreta nada menos que al general Custer, general de la caballería estadounidense que lideró decisivas batallas que permitieron resistir los embates confederados, tiempo ganado que a la larga les sirvió para juntar fuerzas y derrotar, finalmente, a los rebeldes. Luego tuvo un papel decisivo en las guerras contra los indios, por la conquista y civilización, claro está, de aquellas tierras alejadas de la mano de Dios. Pero lo que a la película realmente le interesa no es tanto una veracidad histórica (si bien no se aleja mucho de las versiones oficiales) como la figura de este hombre, retratado como un bonachón soldado que, a base de simpatía y carisma, sumado a un liderazgo natural, instintivo y notoriamente efectivo, logra llegar alto en su carrera militar y alcanzar la gloria, que era su objetivo desde siempre (y con humildad, como se ve). Un soldado bonachón, al servicio de Estados Unidos, que por lo demás debe enfrentarse, justamente, a todo aquello que ensombrece las gloriosas bases de aquella nación, no sólo por la guerra civil, sino que más tarde la corrupción, la sed de poder y dinero, el tráfico de influencias, etc... Me recuerda un poco a "Silver River", también dirigida por el maestro Walsh, en donde Flynn interpreta a una persona sedienta de poder y dinero que, con el tiempo, se enfrentará ante inescrupulosos empresarios, políticos y demás autoridades que se aprovechan de la gente, de los simples mortales, para enriquecerse a costa de pobreza y criminalidad. Así, lo que veremos es la meteórica carrera de Custer, encarnado por Flynn como ya se dijo, quien a pesar de ser de los peores alumnos de la Academia Militar West Point, por sus naturales aptitudes llegó a ser quien fue, quizás también señalando que los mejores líderes son aquellos auténticos "americanos" de corazón, o simplemente aquellos indomables capaces y dispuestos a morir por lo que creen, principios que no logran enseñarse y que a veces no distinguen protocolos.
La película, desde luego, es una genialidad rodada con la mano maestra de Walsh; entrar a describir esto o aquello es insustancial (pero es que ese cara a cara entre Flynn y Arthur Kennedy en el bar es... uff). La secuencia final, la última batalla contra los indios, es absolutamente extraordinaria, y qué se puede decir de una película que, como su director, es capaz de aunar en un todo coherente y memorable sentido del humor, amargura, ligereza, crítica social o política, sutileza y frontalidad, atmósferas íntimas y adorables como escenarios ásperos y violentos, tensión, incluso oscuridad... Vemos a Olivia de Havilland (qué preciosa, Dios mío) interpretar a la esposa de Custer, desde esos divertidos primeros coqueteos hasta las duras y premonitorias despedidas, y ojalá todo fuera tan simple como esas complicadas historias de amor en las cuales subyace, bajo toda distancia o contratiempo o sacrificio o soledad, una lealtad incondicional que uno sabe encontrará aunque se lance hacia un abismo insondable. También aparece Sydney Greenstreet (quien también nació un 27 de diciembre, como este pechito, aunque olvidé mencionarlo la otra vez), en un papel que me cayó bien, pues en "Flammingo Road" es un hijo de puta pero acá te dan ganas de abrazarlo y pedirle deseos.
Cine, señoras y señores, cine.
¿Quieren que vuelva a las películas actuales? Es una pregunta retórica; yo ya sé la respuesta, muajajajaja...

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