martes, 29 de enero de 2019

Magnificent Obsession - 1954


Director: Douglas Sirk


El cine de Douglas Sirk, al menos sus películas más recordadas, es profundamente humano y existencial; no tratan tan sólo de simples amoríos o romances, el discurso de Sirk contiene una mirada de honda crítica social o de inconformismo vital, qué mejor forma para denunciar o desnudar las debilidades o flaquezas de las instituciones sociales o políticas, o del estilo de vida moderno de la gente promedio, en cualquier caso de los abismos que circundan a los individuos, que otorgando el protagonismo a personajes aparentemente anodinos con vidas anodinas, como por ejemplo un padre de familia que se siente poco querido y apreciado, lo cual desemboca en una crisis familiar y existencial de la que nadie se entera salvo su no-amante, cuestionando toda la estructura de su vida; o, por ejemplo, una viuda solitaria y aburrida que se enamora del jardinero, traspasando los límites que una mujer de su edad y posición debe respetar según determinadas normas conductuales o sociales; o, otro ejemplo, la vida de un matrimonio que se gana la vida en una feria que recorre el país haciendo shows de aviación, que en teoría lo tienen todo (fama, familia, trabajo "estable") aunque por alguna razón no pueden ser felices, o sentirse felices, o descubrir en qué demonios consiste la felicidad, situación relativamente similar a esa otra familia, la millonaria familia de "Written on the Wind", aplastada por su obscena riqueza. Qué hace una persona cuando descubre que su Dios no existe; qué hace una hija o una mujer que descubre que el padre y esposo no las ama; o un hombre cuyos logros le provocan más vacío interior que plenitud: es casi como si rompieran alguna ley natural, que desde pequeños se nos enseña a cumplir con miedo judicial pues aquélla la han erigido como pilar fundamental de nuestro edificio de valores morales, y pobre de ti que te atrevas a arañar su superficie, pues tal herejía se paga con sufrimiento y dolor, y no esperes apoyo, no esperes aliento, a menos, claro, que quieras enmendar tu error, tu insensato desliz, en ese caso feliz te llevamos de vuelta al carril principal, a esas iluminadas y pulimentadas vías. Como decíamos, ¿esa persona debe, desesperadamente, encontrar una respuesta aunque no la haya, o, intentar buscar una forma para regresar a aquel soñado estado anterior?, ¿o, por el contrario, deberá aceptar dicho derrumbe y, más aún, aceptar que su existencia no depende de teorías o leyes ajenas, pero que eso no significa soledad ni aislamiento ni ira ni mucho menos desgastadora y constante sensación de culpabilidad, incierta culpabilidad?
No sé si me di cuenta de esto ahora recién o si me di cuenta cuando vimos aquellas otra seis películas comentadas hace un par de años (en cuyo caso a lo mejor lo olvidé, como se olvidan muchas cosas sin que nos demos cuenta o sin que así lo queramos), pero quería mencionarlo, a veces quedo con la sensación que podría aportar mejores cosas, pero es que tampoco se puede decir todo y a veces lo que se dice no es suficiente, entonces es suficiente lo que no se dijo pero el asunto es que no se dijo, ¿y cómo darse cuenta en el momento?, estas cosas adquieren conciencia demasiado tarde.

Ahora bien, "Magnificent Obsession", con Rock Hudson y Jane Wyman antes de "All That Heaven Allows", producida por Ross Hunter y con cinematografía de Russell Metty. El director, por supuesto, es Douglas Sirk. La película, desde luego, es buena, con momentos de verdadera belleza cinematográfica, escenas sublimes, arte puro. La historia, no mentiré, es bonita, y los actores están impecables, pero debo admitir que hay algo de fondo que no me agrada mucho. No es malo que una película quiera decir que debemos ser la mejor persona que podamos, que no hay mayor satisfacción que ayudar silenciosamente al prójimo y que dicha solidaridad finalmente será recompensada con, no lo sé, la consumación de un amor. Una historia de redención o, si se quiere (a juzgar por ciertos momentos de tinte celestial), de salvación. La historia de un joven heredero (Rock Hudson) que hace suyo el living la vida loca, que vive a todo dar, no me vengan con aprensiones o cuidados de señoras, pisa a fondo el acelerador maldita sea. Sucede un accidente (no se puede culpar a alguien de un accidente pero a veces los accidentes no ocurren por puro azar) y el joven millonario necesita un respirador; a esa misma hora, un respetado y querido doctor sufre un ataque, pero no tiene su respirador (o resucitador), pocos minutos antes pedido por unos rescatistas para ayudar al irresponsable muchacho, entonces el buen doctor muere, y qué clase de injusticia es esa, se pregunta la hija, se pregunta la viuda, se preguntan los colegas y amigos del finado. No es necesario contar toda la historia, el caso es que el mismo Hudson nota dicho azar y decide cambiar, decide ser bueno y, en fin, esa magnífica obsesión por la desinteresada bondad será su salvación, lo llevará por el buen camino, un camino difícil, un camino que castigó al primer hombre que intentó enfrentarlo con la crucifixión (así se nos indica mediante un personaje), pero un camino que te recompensará, porque cosas buenas le suceden a la gente buena, y si de repente el azar hace que alguien bueno muera para salvar a alguien no malo pero sí, cuanto menos, desconsiderado, seguramente se debe a esos misteriosos caminos divinos que deciden reemplazar un alma buena por otra alma que será buena, claro que sí, porque no por misteriosos esos caminos son menos efectivos. No sé si estoy siendo claro, pero vayamos concluyendo:
La película está impecablemente dirigida, Sirk es un maestro; para mí lo sospechoso es su guión (que en su tramo final recurre a giros argumentales bastante trillados, por lo demás), a cuya historia de amor le inyecta algo que no se parece mucho a ese inconformismo del que hablábamos en el párrafo anterior (de hecho, basar repentinamente toda tu vida en una doctrina nos devuelve a la discusión inicial: ¿y si la milagrosa e infalible doctrina falla, desmorónase?, ¿entonces qué? No se puede andar de doctrina en doctrina para sentir que se es alguien...), pero supongo que es mejor ver una película dirigida por Douglas Sirk que, por ejemplo, pagar por ocho sesiones de couching emocional ¿no?, aunque afortunadamente siempre me he negado a asistir a una de esas cosas.
Al menos la sensibilidad humana, emocional y cinematográfica de Sirk confiere suficiente dignidad a una historia, ya lo digo, quizás bienintencionada, pero de una moralina algo sospechosa (o, cuanto menos, para ser benévolos o ecuánimes, torpe).

Sin otro particular que agregar, hasta mañana, damas y caballeros. Esta semana seré más fuerte que el calor.

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