miércoles, 25 de abril de 2018

From Hell to Texas - 1958


Director: Henry Hathaway

 "From Hell to Texas" es el tercer y último western que Henry Hathaway dirigió durante los cincuenta. Ya después en los sesenta y setenta dirigió aproximadamente una decena, misma cantidad de sus inicios, a mediados de los treinta, en aquellos westerns que también fueron los primeros en donde aparecía un joven Randolph Scott. ¿Con qué debería continuar, inicios o finales? Algo debe venir primero; como no hay apuro en ello, hay tiempo de sobra para decidirlo. Me encantaría ver, eso sí, cómo se las gastaba el bueno de Scott recién salido del horno.


Me ha gustado "From Hell to Texas". Trata sobre un hombre que huye de un grupo de hombres que lo acusan injustamente de un asunto la mar de complicado y dado a malentendidos; lo cierto es que un sujeto murió, el protagonista fue sindicado como el culpable y el padre del fiambre, que es un poderoso ranchero de esos que rigen sus tierras como reyes feudales (es decir, se cagan en todo y hacen lo que le salga de las pelotas; si quisieran bajar la luna para grabar su nombre y el logo del rancho en el lado luminoso del astro, demonios, capaz que sean capaces), no tiene interés en oír la versión del muchacho y lo persigue con la misma vehemencia que Immortan Joe perseguía a Charlize Theron en la última "Mad Max". El muchacho, eso sí, tiene lo suyo: tiene una puntería de lujo, instinto implacable y su buena cuota de suerte. Así, el relato consiste en ver al protagonista huyendo del ranchero y los suyos (entre los cuales se encuentra su hijo menor, interpretado por un joven Dennis Hopper que ya daba cuenta de su ferocidad actoral), mientras se va encontrando con personas que le prestan ayuda sin pensárselo dos veces, al ver que el chico no es mala gente (sólo le tocó una mala mano) y sabiendo de la infame reputación del ranchero, que tiene tanto dinero y patrimonio como enemigos. El guión es conciso, directo al grano y sin artificios; su desarrollo argumental es fluido, constante y coherente (siempre mantiene la misma línea, sin repetirse, es decir aprovecha los elementos narrativos instalados desde el inicio -propósitos, lugares, plazos-, y no inventa nuevos conflictos o tramas por el camino con el único fin de parchar los agujeros del guión); la base moral del relato, si bien sencilla y optimista (el que actúa de buena fe siempre tendrá ventajas sobre los injustos, los rencorosos, los ególatras; ventajas que ni el dinero puede comprar), goza de una firmeza capaz de sostener la estructura narrativa y dotar con valor, significado al metraje; y sobre todo, los personajes están bien definidos y perfilados, además de poseer carisma o, en su defecto, rasgos distintivos que complementen la solidez del argumento. Por lo demás, Henry Hathaway destaca por el buen pulso con que dirige, por la contundencia de la ejecución formal (los tiroteos, las secuencias de acción, el tratamiento de la violencia y de la ruindad), y por la construcción de una atmósfera teñida con saludables tonos polvorientos y elegíacos. Por supuesto, tampoco falta el sentido del humor. Hasta hay una escena en donde Hathaway hace actuar a un caballo, lo cual me parece tan bello como genial. Bonita escena, sí patrón.
En pocas palabras, excelente western y excelente película. Una modesta joya que hay que recuperar. Al menos para que después vengan a discrepar o concordar conmigo, je, je...

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