jueves, 26 de abril de 2018

Une estonienne à Paris - 2012


Director: Ilmar Raag

Hay días malos, siempre los puede haber, hasta semanas malas (demonios, hasta meses y años malos), pero siempre es difícil aceptarlo cuando sucede: la U ha ido de mal en peor en tan sólo dos semanas para el olvido. Ahora va perdiendo 5-0 con Cruzeiro, y el marcador, que no quepa duda, va a aumentar (porque además la U lleva dos expulsados, ¡justamente defensas!). Ya el fin de semana que recién pasó perdió 6-1. Con esta derrota se mantiene en el segundo lugar, pero tampoco es un gran consuelo. No voy a dejar que el mal humor influya en esta entrada. Según veo, "Una dama en París" se estrenó por acá en febrero; el 22 de febrero específicamente. Ya no sé qué pensar.


Claramente lo mejor de esta película es ver a Jeanne Moreu. No mucho más se puede destacar de esta película, que, no por ser amena y simpática (dulce y ligera como un postre), deja de ser melosa, cursi y plagada de lugares comunes seguidos a rajatabla. Pero tampoco hay que pedirle peras al olmo, o como dijo Einstein, si uno evalúa a un pez por su capacidad para volar va a pensar que es un fracaso durante toda su vida. ¿Qué? Uhm... "Una dama en París" nos cuenta la historia de una señora estonia que, tras la muerte de su madre y la constatación de que está absolutamente sola (su marido es un borracho y sus hijos tienen sus vidas propias), todo comprimido en instrumentales diez minutos de película, le llega una oferta de trabajo desde París para que cuide a una señora, también estonia, que ha vivido en Francia casi toda su vida. Como ya nos quedó claro, sin sutilezas, que la señora estonia no tiene a nadie, hace las maletas y parte para París. Jeanne Moreau, que interpreta a la señora que debe ser cuidada, desde luego, al principio se muestra reticente con la cuidadora, tan delicada y abnegada. Ya conocen la dinámica: bajo esa dura y excéntrica coraza de señora distante, se esconde un corazoncito que desea ser amado y/o acariciado, y bajo el servilismo mudo de la cuidadora yace un genuino compromiso e interés por la vida del otro, incluso un empoderamiento emocional. Al final ambas mujeres acaban siendo amigas del alma, no pueden vivir la una sin la otra, blablabla... Ojalá la vida fuera así de fácil.
La película no ofrece mucho; como ven, los conflictos son trillados a más no poder, y acaso lo único interesante es ver a Jeanne Moreau en escena, pues su presencia realmente ilumina una película descafeinada y blanda, muy blanda, casi innecesaria. El personaje de Jeanne Moreau, de paso, aporta, narrativamente hablando, los detalles más útiles para el relato, porque lo que es la cuidadora, en su tiempo libre sólo la vemos recorrer las postales turísticas de París mientras se pregunta, claro, si tiene el pellejo para aguantar a tan caprichosa señora. Curiosamente, ambos personajes me gustan, me parece que tienen fondo, pero la escritura y la dirección desaprovechan por completo sus posibilidades y solamente las actrices, que tiran de oficio (me pregunto si el director fue a dirigir o solamente repetir lo que salía en el guión), le dan carisma a cuidadora y cuidada. Y no sólo eso, sino que ellas y ellas solamente le dan gracia a esta repetida película que se ha visto mil veces, sólo que, quizás, sin Jeanne Moreau en sus filas. Todo lo demás brilla por la anodinia.
Película amena y poco más. Para ver y dar vuelta la página. Al menos no duele verla.
Como duelen las goleadas, maldita sea...

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