sábado, 7 de abril de 2018

You Were Never Really Here - 2017


Directora: Lynne Ramsay

Al final tuve tiempo de ver algo este sábado, pero no en mi horario usual: ahora recién, pasadas las diez de la noche. Es que en la tarde fui con mi abuelo al Nacional a ver a la U, que jugaba contra Curicó Unido, el equipo de la ciudad de mi abuelo (por eso fuimos, claro). ¡Y ganó la U! 2-1. Yo pensé que iba para goleada, pero un triunfo es un triunfo y siempre es un placer ver a los jugadores de cerca. Con eso ya van siete victorias consecutivas en el torneo local, nueve partidos sin perder contando los duelos de la Libertadores... A seguir apoyando, paso a paso, uf... qué nervios todo. Bueno, llegué a ver "You Were Never Really Here", la última película de Lynne Ramsay que el año pasado estuvo compitiendo en Cannes, en donde Joaquin Phoenix ganó el premio a mejor actor. Yo, no les miento, estaba ansioso por ver esta película, y tremenda decepción que me he llevado. Decir decepción es poco.


Voy a destacar cuatro cosas solamente:
1.- La secuencia submarina, bajo el lago. A pesar de que para entonces ya venía rumiando larga y amargamente la decepción y el cabreo, dicha secuencia logró calmarme un poco y cautivarme lo suficiente como para recuperar ingenuamente la fe (me mentía: ya no había por dónde). En dicha secuencia aflora lo mejor de la sensibilidad de Lynne Ramsay, mucho más cercana a la sensibilidad intimista de "Ratcatcher" o "Morvern Callar" que a esta burda sensibilidad cruda que ensaya en bodrios como "We Need to Talk About Kevin" o la presente, "You Were Never Really Here" (mientras más largo el título, peor es la película de Ramsay).
2.- El fugaz instante en que Joe, el protagonista, se da cuenta que todo el infierno desatado efectivamente se vuelve en su contra (y uno como espectador recopila las pistas dejadas durante el metraje: que el intermediario, que la tarjeta que había que quemar, que el chico que me había visto y que sabe donde vivo). Es un instante fugaz, nada más.
3.- La representación, a través del montaje, de los psicóticos brotes en donde vemos con cuanta inclemencia el protagonista es acechado por sus demonios internos. Estos demonios son bastante simples y superficiales (madre "siendo" golpeada, algún recuerdo de la guerra en Medio Oriente...), lo que destaco específicamente es lo bien que el montaje construye esos fugaces brotes de agobio y angustia. Y será lo único bueno que diga de este montaje de mierda...
4.- El falso suicidio cerca del final: es la única escena en donde, gracias a dios, vemos algo de violencia. Y no sólo vemos violencia, sino que la vemos de la manera en que debimos haberla visto durante los ochenta minutos previos: seca y explícita, sin cortes: tal cual.
Ninguno de los cuatro puntos es capaz de salvar o aminorar la inconmensurable decepción que siento por una película que no es sólo decepcionante, sino que es directamente mala, ridícula y tonta; plana, un verdadero despropósito sin pies ni cabeza que claramente debió haber sido montado de otra forma. Lo peor es que, considerando que esta película daba la impresión de ser un intenso y ultraviolento ejercicio neo-noir, estamos ante un relato que, paradójicamente, se sustenta en la inacción. No es que nada pase, es peor: deliberadamente se nos muestra la nada misma, en lugar de la verdadera acción. No tiene sentido alguno crear toda una atmósfera de tensión pre-violencia para que, llegado el momento de los martillazos, la directora decida que es mejor no mostrar nada y dejarlo todo al sonido de golpes y cuerpos fracturados (y ni tanto). Pero para no quedar como un espectador simplista y tontorrón, acá va otro argumento: el montaje no sólo corta la violencia de la buena, sino que también elimina todo tipo de coherencia y cohesión dramática y narrativa, convirtiendo el metraje en una sucesión de hechos virtualmente inconexos (si "hay" historia de fondo, en eso queda: como un oscuro e ininteligible telón con el que jamás se interactúa) que si en parte entendemos, es porque hay personajes que afortunadamente vemos más de dos veces durante los ochenta minutos de duración (así como para imaginar algún tipo de línea causal) y, más importante, porque el espectador tampoco es tan estúpido. Por lo demás, el montaje también mutila todo tipo de contenido y sustancia, textual o dramática: que el villano aparezca muerto en su primera aparición (a quince minutos del final) es para hacer una demanda. Es indignante. Y, sumado a lo anterior, nos encontraremos con escenas realmente imbéciles. Ni quiero hablar de ellas. ¡Aaaaarrrrrrggggghhhhh! Oh, y si me dicen que esto es un estudio psicológico de los traumas o de lo que sea... por favor, tienen que estar bromeando, ¿cierto? No me hagan gritar más, por favor. ¡Por favor!
Por último: ¿de verdad vi la misma película que dieron en Cannes? Porque, me consta, en el festival de cine más importante del mundo y de la historia, Ramsay presentó un montaje no definitivo y sólo después, cuando se fue estrenando en distintos países, lo hizo con un montaje final... pero ¿qué tan diferente? Recuerdo que el trailer que liberaron poco después del festival adelantaba escenas que en este corte que he visto no aparecen ni por si acaso, y quién sabe, a lo mejor de verdad en Cannes se vio un montaje digno de aclamar y aplaudir durante ocho minutos. El arranque de esta versión es buena, pero a los veinte minutos ya se puede vislumbrar el fiasco, que para los treinta ya es un hecho.
En fin, para ir terminando con este suplicio, lo cierto es que "You Were..." ni siquiera está bien escrita o dirigida, y como digo, falla en cuestiones que parecen básicas (¿alguien se dio cuenta que había toda una conspiración detrás de los no-hechos de violencia?). El tormento del protagonista tiene la misma complejidad y profundidad que una piedra: vaya, el tipo tenía un padre violento y sufrió traumas en la guerra y por eso es tan violento y usa martillos y trabaja salvando niñas secuestradas y/o capturadas por redes de pederastia y prostitución infantil. No, si decir que esta película es tonta, superficial y vacía es poco menos que un indulgente eufemismo. Habría que inventar nuevos adjetivos para poder calificar la bazofia que tenemos entre manos.
Ni cruda, ni ultraviolenta, ni contundente ni intensa. Un bluf con todas sus letras, una pérdida de tiempo y una estafa repudiable. Inaceptable. Más aún: inenarrable. El nuevo arte de los malos narradores que, no obstante, se precian de sí mismos: cómo narrar lo inenarrable, un arte aún por descifrar...
Esta era una película para Jeremy Saulnier, ¿qué me dicen?

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