jueves, 26 de julio de 2018

Valparaíso, mi amor - 1969


Director: Aldo Francia


La opera prima de Aldo Francia es neorrealismo chileno. Una película llena de belleza así como de amargura, tal como la canción La joya del pacífico, de cuya letra el director extrae el título de este film (y que por lo demás podemos escuchar varias veces a lo largo del metraje, entre ellas una secuencia que es una verdadera oda al puerto: sus rincones, sus visiones, sus latidos).
Actores no profesionales, rodada en locación, con los vecinos, en lugares reales y vibrantes de cotidianidad, enfocando y narrando, sin ínfulas trágicas ni otros condescendientes y paternalistas aspavientos dramáticos y sentimentales, a modo de crónica "realista" (no me gusta el término pero vaya que sirve para ilustrar las cosas), las problemáticas de la gente de clase media y clase baja, el círculo vicioso que básicamente les corta las alas (hace poco salió un estudio que concluyó que, en Chile, una familia demora seis generaciones sólo en salir de la pobreza) y que los confina a los peligros de la insalubridad, la precariedad... la pobreza, y en algunos casos, a la sordidez de los tentadores bajos fondos. El círculo vicioso, esa condena. Todo comienza cuando un padre de familia es arrestado por el robo de ganado, dejando a sus cuatro hijos (dos muchachos de 14 y 11 años; una niña de 12 y el simpático diablillo de 5) sin pan y apenas bajo un techo de calamina, a cargo de una buena señora que le ayuda con la crianza de los críos y que para sobrevivir se dedica a lavar ropa. Así las cosas, Francia sigue a cada miembro de esta familia en la lucha que es su diario vivir, y después de ver el injusto proceso al que es sometido el padre (condenado a 5 años y un día de cárcel... ¿qué decíamos la otra vez en "El Chacal de Nahueltoro"? Si no es exageración...), vemos a la niña cantando en las micros por unas monedas, a uno de los chicos trabajando en la feria acarreando las pesadas bolsas de la señoras, al mayor entrar en contacto con ciertos matones, al pequeño enfermarse seriamente, y en general, una vida marcada por la violencia, la miseria y, sin embargo, una tremenda voluntad. No señor, no es "Valparaíso, mi amor" una película lastimera, penosa, manipuladora; muestra una realidad, sin adornos ni cursilerías, con elocuencia, siendo enfrentada por estos personajes que tampoco tienen tiempo para la autocomplacencia ni nada similar, pues hay que saber arreglárselas sin pestañear. Sin embargo la película es tan transparente, tan auténtica y está tan bien narrada (sencilla pero certera), desprende una atmósfera de tal humanidad, sin mencionar la labor del reparto, que, en efecto, resulta ser un visionado tan revelador como emocionante, y es que, después de todo, es la crónica de una familia progresivamente desbandada, separada por las urgencias y las exiguas oportunidades que se le presenta a cada miembro.
Diciendo que es una modesta y pequeña grandiosa película neorrelista creo que queda todo claro. Imprescindible (como todas las que hemos comentado este semana).
La pueden ver en este enlace.

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