miércoles, 4 de julio de 2018

Kizzu Ritān - 1996


Director: Takeshi Kitano


"Kids Return" (qué bello y evocador título) es la primera película que Takeshi Kitano escribe, dirige y edita después de recuperarse de su accidente en moto (aquel inconsciente intento de suicidio). Comienza, como "Hana-bi" y "Kikujiro no natsu", con una de las pinturas que Kitano pintó a modo de terapia. La banda sonora, preciosa, fue compuesta por Joe Hisaishi. La película se centra en un par de amigos del colegio, chicos pendencieros que en vez de estudiar y hacer todas esas cosas que todos los chicos de su edad deben obligatoriamente hacer, se dedican a payasear y pasarlo bien a base de naderías infantiles. Pero el tiempo pasa y estos chicos perdidos deben hacerse cargo de sí mismos, de sus vidas, y los acontecimientos no tardarán en llevarlos por caminos diferentes, acaso opuestos: uno se hace boxeador, el otro se hace yakuza. En cualquier caso, "Kids Return" no habla de una trama en particular sino que de un momento de la vida, ese incierto y crucial período en que uno debe decidir, en palabras simples, qué camino tomar. Y estos dos amigos no son los únicos chicos a los que vemos surgir o fracasar en la vida: están esos otros dos amigos que quieren ser comediantes; está el trío de matones que tampoco saben qué hacer luego de golpear chicos más débiles que ellos; está el tímido muchacho, enamorado de una mesera, que busca llevar una vida seria y responsable; y, a grandes rasgos, tenemos otro nutrido y variado puñado de personajes a la deriva que buscan dirección y significado en sus vidas, aunque no sepan qué preguntas hacer ni mucho menos dónde encontrar las respuestas. "Kids Return" es una sincera historia de sueños, de decepciones, de amistad, de tristeza y felicidad: una historia simple pero profundamente humana y emocionante. Con esa delicada y sencilla pero potente sensibilidad que le caracteriza, sin cursilerías, sin ser ampuloso, sin solemnidades, simplemente mostrando la vida de estos muchachos, en donde hay espacio para el humor y para la amargura, Kitano construye este relato/grito generacional (como dije, no de una generación específica, sino de un estado vital que trasciende épocas), este canto existencial, esta oda a aquellas cosas de la vida que nunca mueren.
Pequeña gran obra maestra.
Maravillosa.

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