martes, 31 de julio de 2018

El fin del juego - 1970


Director: Luis Cornejo Gamboa


Ya hemos hablado un par de veces sobre Luis Cornejo Gamboa, infravalorado escritor e injustamente olvidado. Fue el productor de "Los testigos" y de "El Chacal de Nahueltoro", esta última elegida como la mejor película chilena de todas (en una encuesta hecha por ahí). "El fin del juego" es la primera y única película que él mismo dirigió, luego de su corto "Angelito", el cual comentamos por acá. Curiosamente, considerando su obra literaria, de dicho corto me sorprendió el tono cómico y satírico con que Cornejo Gamboa enfocaba un relato en donde una nana, para poder mantener su empleo en una casa del barrio alto, debe dejar a su bebé al cuidado de una vecina, la cual aprovecha al retoño para pedir unas cuantas monedas en las atestadas calles del centro. Era un corto ingenioso y estimable, sí, nada para perder la cabeza. "El fin del juego" es, debo decirlo, una película muy decepcionante. Es un fallido intento de comedia negra-sátira social semi-picaresca. Su puesta en escena, más que cinematográfica, tiene un look y lenguaje televisivos. Gran parte de las escenas lucen terriblemente cutres, y no achacaría esto al poco presupuesto, porque lo hemos comprobado toda esta semana con películas que no son precisamente grandes producciones, pero cuyas propuestas fílmicas resultan potentes y de muy cuidada sensibilidad estética. Y la trama, que pudo haber sido una suerte de ácido recorrido por los altos y bajos de la sociedad chilena, termina siendo un soporífero, insulso, inane, inocuo y superfluo cúmulo de escenas autoexplicativas, reiterativas y lastimosas, en el tercio final tiene un brusco giro hacia un empalagoso tono trágico.
La película nos cuenta la decadencia de un hombre de buena familia y gran patrimonio personal que acaba por despilfarrar y dilapidar no sólo su propia fortuna sino que la de su querida señora esposa, con quien debe volver (junto a los dos hijos) a Santiago, porque andaban por Europa los lindos. El tipo es un ser arrogante, vicioso, orgulloso y tiene delirios de grandeza. Se cree artista. Gasta lo poco que le va quedando en alcohol y apuestas con amigos. La esposa debe trabajar en el aeropuerto. El tipo roba cosas de su propia casa para financiarse los vicios. Se reúne con sus amigos de clase alta, todos hablan mal de él y lo bajo que ha caído. El tipo se pelea con unos indigentes, lo meten en la cárcel, pide perdón y redención. Al final sigue siendo un gañán, un patán, un canallán... digo, un canalla. Y eso. Fácilmente podemos hablar sobre que critica a los ricos, o el arribismo de cierta gente, qué sé yo. Su discurso, su visión, es muy limitada y pobre; no tiene la ironía de Ruiz, la autenticidad y transparencia de Aldo Francia, la crudeza "realista" de Littin, el dominio coral y la mirada transversal de Kaulén, la habilidad estética y plástica de Elsesser, la contundente coherencia fondo-forma de Urteaga... el atrevimiento y riesgo narrativo, dramático y formal de todos ellos, a fin de cuentas. Dura ochenta minutos y se hace larga, cansina.
Para peor, algún genio (¿alumno en práctica?) tuvo la excelente idea de colocar el nombre de la institución que rescató esta película en todo el tercio inferior de la pantalla (algo que no sucede con otras obras de dicha web), lo cual resulta inevitablemente molesto y poco profesional (por lo mismo no me dieron ganas de sacar capturas... qué bueno que encontré la imagen que encabeza esta entrada por ahí). Al menos las otras películas que hemos comentado por acá y cuyos enlaces hemos debidamente compartido, si se fijan bien, tienen el logo apropiada y limpiamente colocado en una esquina, sin estorbar la imagen misma del film. Además hay claros problemas en la digitalización (la pantalla se va a azul en un par de ocasiones), y tampoco está restaurada, lo cual debería ser un paso lógico luego de rescatar una película que, no obstante fallida, es parte de un patrimonio fílmico que en aquella época estaba dando grandes pasos en cuanto consolidación.
Podría destacar un poco el esfuerzo del protagonista, que en largos pasajes dota de cierta credibilidad y entidad, incluso de matices, a un personaje que poco invita a la empatía o la comprensión porque tiene menos complejidad que una piedra. Y poco más que decir. Decepcionante, eso es todo.
La pueden ver acá.

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