domingo, 26 de agosto de 2018

Invasion of the Body Snatchers - 1978


Director: Philip Kaufman


"Invasion of the Body Snatchers" fue, primero, una película dirigida por el gran Don Siegel allá por los cincuenta. El de Kaufman no es un remake ochentero (porque no fue ni producida ni estrenada en dicha década, obvio), de hecho tiene toda la pinta de ser de los setenta (porque fue producida y estrenada en dicha década, obvio), pero la incluimos en este repaso porque nos da la gana (y porque también hemos visto la versión de Ferrara escrita por el magnífico Nicholas St. John). Y sí, una película muy propia de los setenta, una década sumamente especial en el cine estadounidense. Una década de películas duras, sucias, ásperas y violentas, desencantadas sobre todo y en cierta forma nihilistas. Mucha decepción en el aire, el ambiente parecía inevitablemente aplastar a una población que ya no podía confiar en nada ni nadie: escándalos de corrupción política, un presidente de la república renunciando, una guerra que daba sus últimos estertores y una economía que sufría otra crisis que aumentó el desempleo, además de, supongo, la delincuencia y cierta noción de oscuridad, de quebrantamiento del sueño americano. Sensación reflejada en esos memorables y estilizados thrillers ("The French Connection", "Prime Cut") como en aquellas películas conspirativas, como la trilogía de Alan J. Pakula conformada por "Klute", "The Parallax View" y "Todos los hombres del presidente", sintomáticas de la sensación de caos que abatía a todos. Ahí está, también, "La conversación" de Coppola, crudo retrato de la crisis existencial del hombre contemporáneo.
"Invasion of the Body Snatchers", la película dirigida por Philip Kaufman, es un fiel reflejo de los miedos y sueños rotos de la década, una propuesta que aúna de forma sustancial como estética las constantes cinematográficas de entonces. Una película dirigida con nervio, que transmite perpetua extrañeza, incomodidad, incertidumbre, de imágenes oscuras, penumbrosas, desasosegantes, que construye de inmediato un clima de desconfianza y paranoia, una agobiante atmósfera en donde el pánico no explota, sino que escapa continuamente, mordiendo de a poco pero con ferocidad, desintegrando los cimientos de ese estilo de vida tan ilusorio como sólido y férreo. De repente, en una ciudad, una sociedad ya de por sí algo alienada, resquebrajada, ensimismada e indiferente, algunas personas creen que sus seres conocidos, incluso sus seres queridos, ya no son ellos: lucen como siempre, pero no son ellos porque han perdido toda emoción, todo rastro de sentimientos. Y no son pocos los que lo afirman, y no son pocos los que se van convenciendo, y no es poco el miedo que comienza a nublar el día a día de esta ciudad que definitivamente ya no puede confiar en su semejante, mucho menos recurrir a unas autoridades ya capturadas y dominadas por un poder superior. Toda esta película es básicamente una angustiosa y desesperada huida cuya conclusión es, entre otras, que una persona común y corriente nada puede hacer, salvo, claro, luchar hasta el final y hasta el final creer en que podrá salvarse a sí misma. Aunque, claro, las estructuras siempre terminen por derrumbarse sobre las propias personas.
Hasta casi no se hace necesario, en tal escenario y tal estado generalizado, el asunto de las berenjenas y los muñecos duplicados, pero uno de sus grandes aciertos (aparte de la precisión y potencia con que se revela qué son y cómo funcionan, marcando a fuego la plena justificación del elemento horror/sci-fi, con que se asesta el tiro de gracia insinuado pacientemente al inicio del relato) es el espanto que genera una representación "literal" de la deshumanización extendida a lo largo y ancho de múltiples estratos socio-políticos. El macguffin perfecto cuya premisa de ciencia ficción habla sobre las relaciones interpersonales y comunicativas de la sociedad, efectuando una certera disección socio-política. Inteligente crítica social.
¿El gran-gran acierto de esta película? Que esté escrita y dirigida como si fuera un thriller conspiranoico. Sus imágenes con ecos expresionistas, como bien lo hicieron los alemanes en los veinte, son un recurso que expresa, de forma casi hipnótica, la inestabilidad y la locura reinante de cada instante y cada fotograma. Una película, en efecto, sobre el miedo y el pánico, y acaso, sobre la identidad y el peso del individuo en, utilizando términos más actuales, la estúpida era de las redes sociales. Da para largo, ¿eh?
En cualquier caso, gran, excelente y magnífica película. Gran ejecución formal, puesta en escena, cámara casi esquizoide. Imperdible. Verdaderamente imperdible.

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