domingo, 21 de enero de 2018

La Loi du marché - 2015


Director: Stéphane Brizé

Me siento algo mejor: hoy he visto dos excelentes películas: "La Chambre bleue" y la que les comento ahora, "La Loi du marché". Quién sabe, a lo mejor, si todo sale bien, estaremos hablando de hartas películas francesas durante esta semana.


Las contradicciones son inevitables, pero en la vida hay que ser de una sola línea. Hay que tener claro qué es bueno y qué es malo, pero sucumbimos a la tentación de relativizar las cosas. Somos personas, nos decimos, con capacidad de decisión cuyas palabras y actos tienen consecuencias, de las que estamos al tanto, en nosotros mismos y en los demás, y sin embargo siempre parece haber alguna fuerza mayor que nos empuja a ciertas zonas sombrías, librándonos, cómodamente, de toda responsabilidad: "no queríamos, no tuve elección". No somos nada ante el Sistema, es la consigna: somos víctimas, ¿qué culpa tenemos nosotros de nuestros errores?

Ayer, por un evento que tampoco vale la pena mencionar, varios familiares vinieron a la casa a celebrar un almuerzo. Entre los típicos temas que se tocan cada maldita vez, eventualmente surgió una peliaguda cuestión que involucraba a una prima hermana de mi padre. B. (así la llamaremos), quien gracias a Dios no estaba en la reunión, llegó a trabajar en una empresa de envíos y fue subiendo de puestos, llegando a ser gerente de operaciones; en otras palabras, llegó a ser jefa de una importante sección con mucha gente a su cargo. Primero se analizó su forma de ser, que no sólo es mandona, sino que derechamente avasalladora; nosotros sabemos que B. es una persona que trata mal a la gente, que se impone al resto, que pasa a llevar a los demás y que, como toda persona profundamente clasista, piensa que tener dinero es sinónimo de respetabilidad, asumiendo que toda persona de escasos recursos es tonta, rasca, floja e incapaz de salir de su posición económico-social no porque haya un montón de mecanismos sociales que dificulten dicha tarea sino porque tal persona es intrínsecamente no apta para surgir. El caso, lo importante del caso, es que B., como gerenta de operaciones, aprovechaba ciertos espacios en blanco dentro de su empresa para vender todo tipo de cosas (electrodomésticos, ropa, carteras, maquillaje, muebles, etc.), a precios más altos que el mercado formal, a sus empleados, quienes debían "pagar" a través de descuentos en sus sueldos en quién sabe cuántas cuotas; es decir, si un empleado gana 400 mil pesos al mes (debemos entender que esa gente en esa sección no debe ganar mucho más que el sueldo mínimo, quizás el monto de mi ejemplo esté errado) y compró un refrigerador que "paga" en cuotas de 50 mil pesos, en realidad durante diez o doce meses sólo recibirá un 78% de su sueldo real. El verdadero problema (si es que lo anterior no es problemático) es que B. le vende cosas a gente que NO tiene dinero para pagar lo que compran, pero igual se asegura de cobrarles ese dinero que NO tienen, para ello "descontándolo" (suena a eufemismo para robo, incluso extorsión) del sueldo que esas personas lograron con su trabajo. Es terreno gris; algunos dirán que es una transacción "transparente" en donde hay claridad entre las partes, pero lo cierto es que estamos ante un vacío legal, y como todo vacío legal, de legal tiene bien poco en mi opinión. B. incluso hacía de prestamista; ya saben: si a una empleada le faltaba platita, B. le prestaba 100 mil pesos con tal de que la empleada le devolviera esos 100 mil pesos con intereses dentro de seis meses. Todo sin contratos, sin documentos que garanticen el respeto al acuerdo salvo la posición de poder de la Jefa sobre la empleada, que aunque no lo sepa, durante el plazo acordado queda dentro del bolsillo de B. Yo dije que era una mafiosa. No se dijo si alguna vez alguien no le pudo pagar dentro de los plazos estipulados...
Y comenzó la discusión, las defensas y las críticas. Mi padre, uno de los mayores y más arrogantes charlatanes y farsantes que regularmente tengo el puto y asqueroso desagrado de escuchar, encabezaba la defensa. Mi abuelo materno, su hija (mi tía y madrina) encabezaban las críticas. Todo partió porque se dijo que lo que B. hacía era malo y poco ético, que aprovechaba su posición de poder para abusar de sus empleados con el fin de enriquecerse ella. Mi padre, entre lo que puedo sacar en limpio (dijo tanta basura, varias veces contradiciéndose, que se hacía difícil entender qué demonios quería señalar), dijo que no importa si es malo o no, si es poco ético o no, si es legal o ilegal, que lo que a uno le parece malo a otro le puede parecer bueno, y que dar juicios de valor no corresponde porque no hay una ley moral absoluta y que Kant, que Aristóteles, que Platón... Que, en el fondo, no se le podía criticar, porque, además, dentro del sistema privado se puede hacer todo menos lo que está prohibido (mientras que en el sistema público se debe hacer todo lo que está debidamente permitido), y como dentro de la empresa lo que B. hacía no estaba expresamente prohibido, aparentemente eso la justificaba a plenitud. Otros defensores dijeron que las empleadas estaban contentas con sus carteras, con sus maquillajes, con sus muebles, y que sin B. no podrían tener nada de eso. O que es lo mismo que los bancos y todas esas instituciones podridas que prestan dinero cobrando intereses y venden cosas en cuotas (vaya que era fácil vilipendiar bancos y multitiendas pero no señalar lo mismo sobre B.). Que nadie les ponía una pistola en la cabeza a las empleadas. Mi padre dijo que B. no tenía la culpa, que la culpa es del Sistema que tiene esos vacíos legales (cuestionó el término, no lo convencía), que B. sólo se "avivó"*, que lo que hizo no tiene nada que ver con lo "bueno" o lo "malo". Me dio tanta vergüenza ajena escucharlo.
Voy a conceder que B. como persona quizás no sea mala, malvada, malévola (aunque a mí no me cae bien, para nada), pero lo que hizo está mal, roza la ilegalidad y es totalmente anti-ético. Lo suyo es un claro abuso de poder, abuso de empleados e indiferencia a principios morales fundamentales. Y lo más importante, que es a lo que quería llegar (complementándolo con el breve párrafo que escribí antes que éste y lo que escribiré dentro de un par de líneas más): B. es 100% responsable, ella decidió cometer algo así de turbio y su falta de ética le permitió continuar con el chanchullo (aunque, al parecer, nadie salió herido). La cosa es así: O eres honrado o no lo eres.
¿Qué piensan ustedes de este caso? ¿Le estoy dando color?

*Acá hay otro problema esencial hoy en día: estamos bajo un modelo económico que prioriza los valores de mercado por sobre los valores humanos. La decadencia moral no es nada comparada con el beneficio financiero. Pisotear almas es necesario para llegar a la cima.
PD: Y por todo esto, además, ayer andaba de mal humor: me dio tanto asco, tanta rabia, escuchar semejantes justificaciones...

"La Loi du marché" nos cuenta la historia de un hombre desempleado (magnífico, grandioso Vincent Lindon) perdido en los recovecos, en las trampas del sistema, humillado mientras busca empleo, cercado por las deudas, indignado ante el trato que reciben los trabajadores de parte de los empleadores, ante la indiferencia, ante la displicencia. Eventualmente encuentra empleo como guardia/vigilante de supermercado, buscando posibles ladrones (y sometiéndolos a humillantes interrogatorios), hasta que la cosa se oscurece cuando el gerente del supermercado, para ahorrar gastos y aumentar ganancias, le pide al protagonista que ponga atención a si otros empleados, sus colegas, compañeros de trabajo, hacen algo indebido, por pequeño que sea, que le permita despedirlos justificadamente. No es algo ilegal, lo que propone el gerente, pero es turbio y, más importante, ¿es moral, es ético? Que dicha práctica no esté prohibida, ¿la hace más aceptable y justificable?
Brizé, el director, no da baratos aleccionamientos morales ni tampoco recurre a vacuos efectismos dramáticos, simplemente nos sitúa en la difícil, amarga y desoladora posición de un hombre testigo de cómo la ley del mercado, lentamente, puede llegar a extraer la última gota de humanidad de una persona si ello le permite escalar un poco en la pirámide socio-económica. Y he aquí la cuestión fundamental: ¿es capaz de aceptarlo, de renunciar a sus valores y seguir la corriente?
¿Somos nosotros capaces de seguir la corriente y permitir que otros se ahoguen en el camino?
¿Realmente estamos obligados a pisotear a los demás?
Si es así, debo decir que eso me apena y aterra profundamente...

...soy mejor persona que ayer, pero sigo siendo un imbécil...

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