lunes, 25 de junio de 2018

Westworld - Temporada 2


Creación: Jonathan Nolan & Lisa Joy


No hemos terminado de ver y comentar thrillers coreanos, pero ayer dieron el último episodio de la segunda temporada de "Westworld", hoy lo vimos y corresponde hablar al respecto.
Fue una temporada entretenida, claro que sí, con algunos episodios (los primeros) algo rutinarios, pero elevando el nivel notoriamente a medida que avanzaba la historia, dando de sí episodios bastante arriesgados (como el del indio) y otros apostando más a la segura (como el de temática japonesa), para culminar aunando todos los flancos en un solo gran clímax. El aspecto que más me interesaba era todo lo relativo a Bernard, pues a través de su trama (sus tramas, mejor dicho) se hablaba, nuevamente pero ahondando en otros conceptos e ideas, sobre la inteligencia artificial, la autenticidad de la conciencia (la naturaleza de la memoria, de los recuerdos, de la moral), entre otras cosas. Hasta sale al baile la (in)mortalidad... amparada por soportes digitales, claro, y es que la muerte del cuerpo puede no ser la muerte de, digamos, la mente (por no decir del alma y sonar menos científico). Voy a decir de inmediato que si la muerte pierde significado, también lo pierde la vida, el paso del tiempo y, por ende, nuestros sueños y nuestros logros; si en algún tiempo se puede reencarnar la mente dentro de otros cuerpos, no cuenten conmigo: prefiero morir, felizmente, como el humano imperfecto que soy.
Volviendo a la serie: lo de Dolores, rodeada de un denso y poco certero aire profético e incluso esotérico (y eso que aún no hablamos de Maeve), se va afirmando con el correr de los episodios cuando sus acciones se van perfilando (al principio era, ya, batallemos, matemos guardias, pero después nos damos cuenta que en verdad tiene un plan y que, en efecto, lo está ejecutando fría e implacablemente) y sus numerosas matanzas obedecen a un fin concreto (robar un aparato, destruir otra cosa, ese tipo de asuntos). Sin embargo toda su trama no deja de ser el brazo armado de lo que la trama de Bernard va explicando y construyendo. De Maeve no hay mucho que decir salvo que multiplicaron en mil el carácter heroico y sacralizado de su misión, y como a la rubia de los dragones en "Juego de tronos", acá todos se esfuerzan en remarcar hasta lo banal y lo cursi el empoderamiento de su personaje (ídola en twitter, seguramente). Ed Harris sigue siendo un gran actor, pero su trama no la entendí mucho; todo el rollo de "el juego", con tintes tecno-místicos que al final no es más que una suerte de tozuda búsqueda espiritual; al tipo le salía más barato ir a un psiquiatra, pero supongo que los millonarios, así como dios, tienen misteriosas formas de hacer las cosas. Lo bueno de esta temporada es que, a pesar de lo rutinario de estas tramas, como todo confluye en pos de los descubrimientos de Bernard, que es lo más interesante y, por momentos, fascinante y estimulante, al final uno queda con una muy grata sensación. Pero sí, ni las múltiples líneas temporales tienen el mismo impacto que antes (porque antes eran inesperadas y, por lo mismo, la no-linealidad, más que golpe de efecto, era un activo agente narrativo y dramático que coqueteaba con el descalabro mental de casi todos los presentes) ni mucho menos este grandilocuente pero vacuo lenguaje televisivo, que parece poner énfasis en la estridente banda sonora (melodías, notas e instrumentos que parecen sufrir y retorcerse más que los mismos personajes) más que en la creación y expresión de imágenes (sólo se aprecia la rica escala cromática de la película en 35 mm con que fue rodada la temporada, y algunas composiciones que se atreven a jugar con los claroscuros, con la luz y las sombras, pero en general, todo muy plano y carente de verdadera intención: mejor que se dediquen a la propaganda o la publicidad), lo cual me trae a un tema que no quise decir al comentar la temporada anterior: le falta lenguaje cinematográfico (no sólo en tanto imagen, sino que montaje: tiempo, tempo, sonidos). Se nota de inmediato le diferencia entre el episodio dirigido por Vincenzo Natali, que no será lo más destacado pero sí puede ser llamado director de cine, y los demás, entre los que destacaría, por nombre nada más, a Craig Zobel (al que le tocó el episodio de Shogún World) y Tarik Saleh, cuya "El Cairo Confidential" llamó bastante la atención en su momento.
Tiene grandes ideas muy bien desarrolladas, tiene escenas geniales, pero esta segunda temporada la dejaría como un correcto y efectivo entretenimiento. La verdad es que estoy un poco cansado de la televisión, sus imágenes planas y su exceso de rellenos, su narrativa meramente instrumental, explicativa, expositiva. Todos los personajes principales, sus tramas mejor dicho, ofrecen importantes apuntes para el panorama completo (supongo que la importancia de Maeve es la "humanidad" de la máquina, ese genuino amor por su hija, lo que da cuenta que la "humanidad" no es intrínseca al hombre en tanto especie... esto quedaba claro, no obstante, en la primera temporada), pero tampoco se pueden alargar y rellenar con tiroteos mediocres y sentimentalismo barato (la redención del guionista canalla es sonrojante). De Ed Harris, por ejemplo, importa lo de querer "revivir" a su suegro, ¿pero importaba realmente su melodrama familiar? Si la cosa hubiera quedado en Bernard, apuntalado por la guerra entre Dolores y los de Delos, la cosa podría haber sido más satisfactoria. Igual me da la impresión que estoy hilando fino, pero tampoco me voy a dejar convencer por un espectáculo televisivo. La temporada es fiel a lo que quiere explorar en esta segunda tanda, expande eso de la libertad de los androides, pero como digo, sin dejar de ser entretenida e interesante, se ve lastrada más notoriamente por los típicos males televisivos. Antes que lo olvide, el final de temporada me hizo recordar un poco a "Fahrenheit 451": en la serie, hay una biblioteca entera en donde cada libro es una persona, sólo que son libros que contienen el código conductual de miles de "huéspedes", código que define por completo a esas personas; en la película, las personas en carne y hueso son los libros, son el conocimiento; es curioso cómo una biblioteca habla de individualidad y libertad, de la importancia de las personas, mientras que la otra habla de vacío y amoralidad, de la poca importancia o credibilidad de eso que llamamos "humanidad".
Hay tercera temporada confirmada y la vamos a ver por acá, para qué mentirse. Pero mi entusiasmo lo voy a volcar al cine... a lo mejor, a la serie que prepara Nicolas Winding Refn, pero es que, tal como la "Twin Peaks" de Lynch, lo único que podría darles la etiqueta de "televisión" es la duración y/o el formato episódico. Pero ni siquiera eso, total, películas de más de tres, cuatro y hasta cinco horas se han hecho más o menos desde los inicios del cine (siempre que lo permitiera la tecnología, pero oigan, hay películas de la década del 10, mudas y todo, que duran como tres horas), sólo que hoy en día, por pura cuestión de lobby y mercado (y de "espectadores", más bien clientes, vendidos al sistema: me repugnan, todos toditos), ya no hay espacios para proyectar películas "muy largas". Y si las hay, es para unos pocos valientes. Por eso es tan buena noticia el que Mariano Llinás no sólo haya hecho una película de 14 horas, sino que con ella haya ganado en el Bafici. Más aún me alegra esta entrevista. Valiente, decidido y mordaz el tipo. Te banco, viejo.
Y si hablamos de series, les recomiendo "Vinyl". Nada más.

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