lunes, 5 de noviembre de 2018

Mes petites amoureuses - 1974


Director: Jean Eustache


Buenas películas la semana pasada, pero medio desordenadas; cualquiera pudo pensar que después de "Nido de familia" comentaría las otras de Béla Tarr, o que después de la de Hitchcock comentaría sus otros títulos de la década del treinta que me faltan por ver, o que después de "La maman et la putain" comentaría esta, "Mes petites amoureuses", la segunda y a la postre última película de Jean Eustache, la cual, no teman, dura tan solo dos horas. No es que Eustache no haya hecho más; tiene varios "cortometrajes" de casi una hora de duración (lo que las hace mediometrajes, casi lindando el largometraje, pero a quién le importan las categorías), alguna vez los veremos si los encontramos, si al menos, como mínimo, encontramos dos.
La sensación es que "Mes pe..." pudo haber durado más y uno tranquilo de la vida, porque nuevamente Eustache nos sumerge en un río de... de vida, así de simple. Pero es un sabio narrador, sabe lo que cuenta y en estas dos horas, en palabras simples, nos cuenta la historia de maduración de un chico, que tendrá unos doce años me parece, que vive feliz de la vida con su abuela en algún pueblo rural, corriendo con amigos, jugando entre los árboles, yendo al colegio, y, claro que sí, teniendo un despertar sexual bastante inocente, pero que debe irse a vivir con su madre a un apretado departamento de alguna ciudad que no es París, en donde lidiará con la pobreza, la falta de educación (la señora lo saca del colegio y lo pone a trabajar de mecánico), y toda esa visión algo más cruda, sucia o cínica que inculca la ciudad sobre las relaciones interpersonales, la identidad... la inocencia y/o ingenuidad transformada en algo más... más adulto. Se irán vislumbrando sus dudas, sus angustias, sus anhelos... sus desilusiones. Ir a los cines para besarse con las niñas en los últimos asientos, en esos sectores oscuros en donde no puede verse qué hacen las manos y sus dedos, ir al bar de enfrente, conocer diversas personalidades y formas de vivir el sexo y la vida. El proceso de maduración llega por contraste, el chico se da cuenta de inmediato: por vacaciones vuelve a su pueblo, un año después de su partida, con sus viejos amigos, amigos que en el fondo siguen siendo niños y que parecen estar a años luz de todo aquello que ahora el protagonista quiere y desea: ya no le interesan las mismas cosas que a aquellos pobres niños que aún viven en un paraíso. En este caso esta "maduración" consiste simplemente en constatar que se es diferente del resto, o que hay mundos a los que uno nunca podrá pertenecer, o que hay mundos que te excluyen si no le sigues el juego, o que la soledad es la última verdad, o que la decepción es la norma, o que la sociedad está llena de promesas rotas...
No obstante el título y la impresión que pueda dar la trama, no es esta película algo romántico, dulce, tierno, encantador, tristón; al contrario, sin por ello perder la belleza de las cosas (de la ciudad, de los paseos, del bosque, de las miradas, del cielo cansado...), esa belleza sorda y desapasionada a la vez que mágica, la descripción de Eustache es realista, pero realista en un sentido literario, el autor distanciándose del retrato/paisaje que elabora de esta realidad, sin artificios o idealismos de la infancia o el primer amor o qué sé yo, en pos de aunar en una sola entidad el fondo del relato, la maduración, con su forma, la descripción de distintas formas de vida, distintas situaciones y personajes cotidianos, que es a lo que el director nos invita a sumergimos... Eaustache habría adaptado maravillosamente cualquiera de las novelas que componen El cuarteto de la infancia de Adolfo Couve, será por lo francés (Eustache, claro). Una película libre, a fin de cuentas, que cuenta y narra un montón de cosas sin, por ejemplo, tener un arco dramático fríamente calculado y estructurado, sin tener un "conflicto" convencional, pero sí una visión del cine y del mundo que expresa con total honestidad y autenticidad, lo básico para cualquier historia que quiera hacerse un hueco en el espectador.
Qué lastima que Eustache no haya dirigido más películas. No sólo son excelentes lecciones de cine, sino que, simplemente, maravillosas películas. El tiempo vuela en ellas...

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