viernes, 5 de octubre de 2018

The Man Who Knew Too Much - 1934


Director: Alfred Hitchcock


Con este título terminamos esta etapa de la gran retrospectiva a la filmografía de Hitchcock. Antes de que termine este año espero terminar lo que hizo en los treinta (quedan seis películas para ello, no es tarea imposible), y a lo mejor podemos adelantar algunos de los títulos que hizo en los cuarenta, ya definitivamente instalado en Holllywood. Como sea, mejor hablemos de "El hombre que sabía demasiado", que tiene bien merecida su condición de clásico y que a mí simplemente me pareció genial, verdaderamente genial, la mejor de toda esta etapa, acaso la más completa y redonda, pero también la más atrevida, arriesgada, incluso desenfadada, porque es un thriller con todas las de la ley, hecho con propiedad, pero a su conjunto se allegan elementos disruptivos, como impropios, los que, sin embargo, potencian el tono, refuerzan la idea o sensación de extrañeza que desprende esta historia, terrorífica para unos padres que deben rescatar a su hija, secuestrada por terroristas internacionales (en dicho entonces no se usaba el término, ¿cierto?), tarea que emprenden con decisión, pero con inevitables torpezas, equivocaciones jocosas pero que reflejan la vulnerabilidad de estos personajes envueltos en algo que les supera, que se burla de ellos aunque sean ellos, al parecer, los que se ríen de todo. En este sentido, magistral la inclusión y, más importante, el tratamiento del sentido del humor (Hitchcock siempre ha sido un tipo mucho menos solmene y más socarrón de lo que aparenta), que no llega en forma de chistes sino que en deconstrucción de la tensión, de los códigos del género, en especial en la escena de la iglesia, del culto, cuando los infiltrados se comunican entre sí cantando (muy desafinados los pobres, pero al menos se entienden, oye), aprovechando el clamor general (así escrito no suena muy gracioso, pero esperen a ver la escena). En cualquier caso no quiero diseccionar esta película, analizarla en todas sus partes, aunque ahora que lo pienso, no puedo no mencionar la secuencia del concierto, magistral, impresionante, en donde Hitchcock toma lo ensayado en "Waltzes from Vienna" (eso de aunar banda sonora, música, e imagen en una sola entidad narrativo-dramática, para crear una experiencia en base a dicha unión) y lo multiplica, provocando una tensión manejada como sólo los grandes pueden hacerlo. Más encima tenemos de villano a un carismático Peter Lorre (en una apariencia muy fassbinderiana), en su primer rol en lengua inglesa, y creo que nada más se puede decir de esta joya, de esta maravilla, que entretiene y fascina de inicio a fin, y ya en su tramo final, les aviso, la cosa se pone bien violenta, con masacre incluida, y ¡qué masacre!
Un auténtico gusto, un verdadero placer. Imperdible, imprescindible. ¿Es esta película en la que Hitchcock comienza a afianzar las que serían las claves de su cine? De a poco vamos, ya lo veremos todo...

Y no se vayan aún, que en un par de horas viene otra entrada de yapa, ¿eh?, porque ustedes saben cuán generoso soy, soy la generosidad en persona, soy el epítome de la generosidad... y de la humildad, oh sí.

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