jueves, 4 de octubre de 2018

Waltzes from Vienna - 1934


Director: Alfred Hitchcock


Y vamos de nuevo con el "Hitchcock dijo...": Hitchcock dijo, de manera lapidaria y categórica, que "Waltzes from Vienna" es lo peor de su filmografía. Que se revuelque en su tumba por lo que diré, pero no me parece esta película lo peor que ha hecho (ese honor lo tiene, y con creces, casi con ganas, "Juno and the Paycock"), aunque eso lo dijo cuando ya llevaba dos décadas (o más) de consolidación y aclamación en Hollywood. Cerca del estreno de esta película dijo algo ciertamente más constructivo, que con "Waltzes from Vienna" quería experimentar sobre todo con las posibilidades de la música, de la banda sonora, lo cual, según yo, logra con notables resultados (aunque le quedarían mejor en "El hombre que sabía demasiado", pero de eso hablamos mañana). El caso es que, en el fondo, en palabras simples, "Waltzes from Vienna" es una ligera pero entretenídisima comedia romántica cuyo eje es la historia de una canción, El Danubio azul, sobre la cual se teje la historia (ignoro si así sucedieron las cosas, lo cual dudo, pero tampoco es importante la veracidad) de un joven Johann Strauss que, algo desalentado por la indiferencia y hasta desprecio que le prodiga su célebre y respetado padre, se dedica a componer canciones para su novia, una simple panadera cuyo mundo entero se alegra al oír las composiciones de su novio. El joven Johann Strauss atrae la atención de una condesa, desatando los celos de la panadera, enredo del que le surge la inspiración para crear los famosos acordes y melodías, aunque no todo es creación, también hace falta decisión, arrojo, valentía, y el joven Strauss se verá atrapado entre la espada y la pared, entre la panadera y la condesa, entre el amor y el éxito, entre una mujer y su música, entre sus ansias de superación personal y el cerco que impone su padre. La película es divertida (tiene un jocoso sentido del humor, negro en ocasiones, como cuando la panadera, ante los reproches de su padre, que al verla besarse con el compositor, ante lo cual espeta "¡tu madre recién me dejó besarla después de seis meses de matrimonio!", le responde, salvajemente, "¡con razón nací recién cuando tenías cincuenta años, so mamón!" -lo último lo agregué yo, je, je-), por momentos adorable y en todo caso aprovecha la mar de bien este juego entre realidad y ficción que tanto interés causa siempre, como en el cómic "Cicca", de Carlos Trillo, dibujado por Bernet, en donde el genial historietista argentino se inventa su propia historia detrás de la famosa masacre de San Valentín.
Por lo demás, tiene secuencias musicales (aunque no sea un musical) verdaderamente deliciosas, como cuando el joven Strauss se inspira de su entorno para crear las melodías, o ya cerca del final, cuando presenta en gloria y majestad su El Danubio azul, pieza en la que muy pocos creían (según la película, claro), secuencias en donde aúna a la perfección imagen y música, en donde la cámara parece bailar junto con la banda sonora.
Claro, no será lo mejor de Hitchcock, lo más emblemático y memorable, digno de estudio o qué sé yo, pero, maldita sea, pienso que ofrece unos maravillosos ochenta minutos de diversión. A veces no es necesario pedir más.

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